Desde la terapia familiar sistémica se parte de que ni las personas
ni sus problemas existen en un vacío, sino que ambos están íntimamente
ligados a sistemas recíprocos más amplios, de los cuales el principal es la
familia. Como consecuencia, es necesario tener en cuenta el funcionamiento
familiar de conjunto y no sólo el del paciente identificado (portador del síntoma)
que únicamente se entiende dentro de su contexto. En este sentido, la terapia
familiar sistémica realiza una labor preventiva para que, una vez despojado el
paciente de su síntoma, no haya otro miembro de la familia que lo "sustituya"
generando a su vez otra conducta sintomática.
El origen de los síntomas suele situarse en las dificultades y crisis a las que
se ven sometidos los grupos familiares en su devenir vital. Las familias acuden
a terapia cuando se ven impotentes, en parte porque perciben su problema como
irresoluble a pesar de sus esfuerzos para solucionarlo.
Cuando la familia trabaja junta por su bienestar, surgen recursos
y soluciones nuevas que de otra forma no aparecerían.
En muchas ocasiones, esto surge espontáneamente del núcleo familiar,
pero, en otras muchas ocasiones, las familias se encuentran ante dificultades
por las que se sienten superadas.
Por ejemplo, es muy común que la familia en crisis se encuentre en una
etapa de transición, pasando de una fase evolutiva a otra (por ejemplo, hijos/as
que están abandonando la etapa infantil y adentrándose en la pre-adolescencia
o en la adolescencia).
Todas, absolutamente todas las familias recorren un proceso de desarrollo y
experimentan, como cualquier grupo en relación, cambios a lo largo del tiempo.
De esta forma, el núcleo familiar logra crecer y evolucionar como sistema.
Cada uno de estos cambios de etapa requiere de interacciones emocionales y
relacionales distintas, y el paso de una a otra etapa suele conllevar crisis. Por ello,
muchas familias en situación de transición presentan dificultades para acomodarse
a las nuevas circunstancias.
Además de los cambios normativos (digamos generales, los que cualquier
familia tarde o temprano debe recorrer) y que cronológicamente serían, entre otros,
la formación de la pareja, el nacimiento de los/as hijos/as, la entrada de los/as
hijos/as en la adolescencia, la salida de los/as hijos/as del hogar, la vejez y
jubilación o retiro de la vida activa, ...
Además, insisto, de estos cambios normativos hay familias que atraviesan
otros sucesos o situaciones de cambio que debutan provocando un gran
sufrimiento entre sus miembros, tales como enfermedades físicas y/o mentales,
muertes inesperadas, migración, ruina económica o desestructuración radical del
tipo de vida familiar por impactos externos como el desempleo, las catástrofes
naturales o la traumatización de alguno o varios de los/as miembros de la familia.
Gestionar todos estos cambios y posibles dificultades no es tarea fácil, y es
cada vez más habitual que las familias acudan temporalmente a una terapia
de familia que les dé soporte y luz en relación a las experiencias que están
viviendo, así como opciones y modos diferentes a los habituales de
enfocar estas vivencias, por ser, para estas situaciones inadecuados u
obsoletos los que en etapas anteriores habían funcionado adecuadamente.
La terapia familiar resulta de gran ayudar para mejorar la comunicación
entre padres e hijos/as, entre hermanos/as y entre los cónyuges.
En conclusión, CUALQUIER familia en situación de cambio puede sufrir
dificultades de adaptación que se pueden superar mediante la terapia
de familia. De este modo, en la terapia se abordan las dificultades que el/los
cambio/s está/n provocando en la familia, tanto a nivel relacional y de comunicación,
como a nivel emocional, teniendo en cuenta la familia como sistema pero sin
dejar de lado las vivencias individuales de cada uno/a de sus miembros.
El trabajo de terapia familiar desde el enfoque sistémico posibilitará que la
familia dirija su mirada hacia las potencialidades con las que cuenta y sus
recursos innatos como grupo, así como les ayudará a reconocerlos y
ponerlos en marcha sacando su máximo potencial.
El funcionamiento "normal" de una familia no puede ser distinguido
del funcionamiento "anormal" por la ausencia de problemas, sino
por poseer una estructura que le permita adaptarse a las demandas
propias tanto del medio externo como las producidas por el propio
proceso de cambio de la familia a lo largo de sus diferentes etapas,
de manera tal que se permita el desarrollo y máximo potencial de
cada miembro.
" Hay personas que en vez de amarte
te enseñan a quererte a ti mismo, y
creo que es lo mejor que te puede pasar"
El principito