U N S E C R E T O S O B R E E L D O L O R
Durante años – y son muchos años - he sido agujofóbica, producido sin lugar a dudas
por un tratamiento duro y continuado durante un tiempo al combatir una anemia
persistente que se negaba a dejar mi cuerpo.
Aún recuerdo el dolor que me producía el líquido entrando en el músculo y
cómo debía permanecer alrededor de 30 minutos con las piernas estiradas
hasta poder recobrar de nuevo el movimiento normal.
Seguro que estáis pensando que mi reacción cada vez que veo una aguja
es poco más que saltar a un lado mientras el corazón me salta del pecho…
hasta hace unos pocos años os hubiera dado la razón.
Pero una palabra lo cambió todo: fluye.
Como todas las cosas, cuando la ilusión supera con creces el esfuerzo que tenemos
que realizar para conseguir nuestro objetivo, relativizamos cualquier dolor, obstáculo o prueba.
Una de mis pasiones siempre ha sido viajar y enfocar la meta en volar a Vietnam
era un gran pretexto para poder superar cualquier trauma a las agujas.
De forma que pedí cita para vacunarme de lo que tocara y ahí fui, tensa como una tabla
y con un brazo tan duro que marcaba cada uno de mis músculos.
El pobre “vacunador” –llamémosle así- me puso yodo en una zona, e intento en
vano buscar algún punto blando donde clavar la dichosa aguja…hasta que desistió.
En lugar de entrar a matar en cualquier punto de mi brazo y ampliar aún más mi
propio mito de las inyecciones, se limitó a posar su mano sobre la zona y decirme:
Te voy a explicar algo sobre el dolor. Cuando más tensionado estás,
más fuerza haces con el músculo, éste se contrae y crea prácticamente una capa
impenetrable para cualquier aguja, el resultado es como si pinchara una tabla,
te asegura un dolor psicológico antes y físico durante y después, ya que lo inyectado
se queda en la zona presionando a su vez aún más, hasta que finalmente es
absorbido de forma natural.
Ahora imagina que estás relajada, tu músculo también lo está y así la
aguja entrará a favor de las fibras, no en contra, y el líquido fluirá de forma natural
por todo el canal distribuyéndose de forma correcta.
No puedo asegurarte que no sientas dolor en el momento de la punción,
pero sí que dejarás de sentirlo durante y después.
Buscó de nuevo el punto blando en un brazo mucho menos tensionado y entonces
me miró y dijo: ¿Preparada?…Fluye…
Tan solo sentí una pequeña punción, sin rastro de dolor al cabo de un minuto.
Nos comportamos con lo que nos ocurre de la misma manera que esta historia,
contrayéndonos, acumulando el dolor sin permitir que se drene y marche de forma
natural, no fluimos. Bien al contrario, lo alimentamos.
Bien ¿y si probamos algo diferente?
No podemos evitar que nos hagan daño, ni sentir dolor cuando alguien se va,
o cuando nos dejan, o con cualquier situación que represente un desapego…
lo que sí podemos hacer es aprender de la situación y fluir para que el dolor se
libere y tan solo almacenemos el aprendizaje o el recuerdo, si lo deseamos,
que nos ha aportado la situación.
Puestos a guardar algo, prefiero almacenar la sabiduría de la experiencia que
entrañan las situaciones, sean buenas o no tan buenas, el resto se lo dejo a aquellos
que desean crear castillos de desgracias en un camino que no va a ninguna parte
excepto a sentir un millón de agujas clavadas continuamente en el alma.
Triste destino ¿no?
Fluir, dejar ir y guardad lo aprendido.
Tan solo es un pinchacito que pasa al abrir el corazón de par en par.
Os aseguro que vale la pena.
Diana Llapart
Fuente: www.elrincondepensar.wordpress.com