ANSIEDAD Y BIONEUROEMOCIÓN:
ANTICIPACIÓN DE MIEDOS
Y
PELIGROS IMPROBABLES
De pronto, un buen día los ventanales por los que entra la luz a nuestras vidas
se cierran, sumiéndonos en la penumbra, en la oscuridad, en la noche;
dejándonos a merced de nuestros miedos, presos de toda clase de temores e
incertidumbres que se alimentan de nuestra inseguridad y desconcierto hasta hacernos olvidar
cómo era la vida antes de sentir ese acecho. La ansiedad es precisamente la anticipación
involuntaria de temores, daños o desgracias que aún no han tenido lugar y que quizá nunca sucedan.
La ansiedad, del griego ankho (estrangulo), es la otra cara de la depresión.
Ambas son distintas manifestaciones de la misma enfermedad: pensamientos y
creencias negativas que nos llevan a proyectar la mente en el futuro (ansiedad) o
en el pasado (depresión), lo que obviamente no nos permite vivir y afrontar
adecuadamente el momento presente.
La ansiedad es una situación emocional que irrumpe en nuestras vidas cuando
sentimos un peligro (real o imaginario). Es un sentimiento de inquietud profundo que altera
la normalidad de nuestras capacidades cognitivas. Se trata de un código de supervivencia
porque es una adaptación para que podamos reaccionar ante una situación de emergencia.
Sin la ansiedad actuaríamos de manera inconsciente ante peligros que pondrían en riesgo
nuestra supervivencia.
Ansiedad, inquietud profunda que nace de anticipar miedos
y peligros potenciales, pero improbables
Realmente, la ansiedad es una señal de alerta, el aviso de un peligro que acecha.
Por tanto, permite a la persona prepararse para enfrentar la situación de amenaza.
Esto no tiene nada de extraño; la ansiedad es un estado emocional y constituye una
respuesta habitual a diferentes situaciones estresantes. Desde este punto de vista,
un determinado grado de ansiedad es positivo porque nos ayuda a gestionar el día a día
de nuestra vida cotidiana ante estímulos reales o potenciales.
Cuando percibimos o imaginamos una situación de peligro potencial, el sistema
simpático se dispara y toma el control de nuestro cuerpo para enfrentar ese peligro.
Esas reacciones pueden ser de lucha, huída o parálisis. Sin embargo, todo cambia cuando
esa ansiedad rebasa la capacidad adaptativa de la persona, convirtiéndose en patológica.
En las sociedades modernas, la ansiedad patológica se ha convertido en una
enfermedad muy frecuente con repercusiones muy desagradables para quienes la sufren.
Los trastornos de ansiedad más comunes son las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo,
el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno
de ansiedad generalizada y el miedo escénico que surge normalmente al tener que hablar
en público o por el solo hecho de imaginarlo – anticiparlo.
Hablamos de ansiedad patológica cuando el estímulo adaptativo supera la
capacidad de respuesta del organismo, dando lugar a una respuesta intensa y
desproporcionada que limita y condiciona el funcionamiento cotidiano.
La ansiedad patológica siempre se acompaña de una serie
de síntomas físicos y psicológicos.
F í s i c o s
Vegetativos: sudoración, sequedad bucal, mareos e inestabilidad.
Neuromusculares: temblores, tensión muscular, cefaleas y parestesias.
Cardiovasculares: palpitaciones, taquicardias y dolor precordial.
Respiratorios: disnea.
Digestivos: náuseas, vómitos, dispepsia, diarrea, estreñimiento, aerofagia y meteorismo.
Genitourinarios: micción frecuente y problemas de la esfera sexual.
P s i c o l ó g i c o s y c o n d u c t u a l e s
Aprensión y preocupación.
Sensación de agobio.
Miedo a perder el control y a volverse loco
Sensación de muerte inminente.
Dificultad de concentración y sensación de pérdida de memoria.
Inquietud, irritabilidad y desasosiego.
Inhibición o bloqueo psicomotor.
Obsesiones o compulsiones.
Las personas que sufren ansiedad patológica sienten angustia y miedo;
desean huir a pesar de no poder identificar nítidamente ni el peligro ni los
motivos de ese anhelo de huida.
La ansiedad patológica no es tanto la manifestación de diversos problemas a los
que se enfrenta la persona en su vida cotidiana como la idealización que de esos
problemas y situaciones hace la persona.
El problema se agrava cuando esta reacción que denominamos
ansiedad patológica es muy intensa, como en los ataques de pánico
(situaciones en las que la persona no puede controlar su ansiedad)
o cuando esa reacción aguda se convierte en hábito, es decir,
crónica o muy frecuente.
“No había casi cielo en mi destino,
solo nubes que parecían de cemento;
como el muro que hubo postrado
ante mi camino
de esparto, hielo y desatino.
Dolió, entonces, la vida”
Isabel Burguillos, Dolía la vida – La Gran Herencia
Para que aparezcan los trastornos de ansiedad deben existir
diversos factores, principalmente biológicos, ambientales y psico-sociales.
- Factores biológicos como alteraciones en los sistemas neurobiológicos,
anomalías estructurales en el sistema límbico, ciertas alteraciones físicas, cierta
predisposición genética, consumo de alcohol, drogas y sedantes.
- Factores ambientales como ciertos estresores ambientales
y una mayor hipersensibilidad.
- Factores psicosociales como las situaciones de estrés, ambiente familiar
emocionalmente tóxico y preocupaciones excesivos.
En el fondo, la ansiedad manifiesta una falta de confianza hacia la vida,
falta de confianza que deviene en temor sin un motivo real que sume a la persona
en la angustiosa espera de un peligro impreciso e improbable.
Esta espera dolorosa bloquea a la persona y la impide vivir, sentir y
disfrutar el momento presente, obsesionándose con lo que pueda ocurrir,
imaginando toda clase de potenciales peligros y reveses, observando cualquier
circunstancia o señal que pueda confirmar sus sospechas.
La imaginación entraña peligros. Bien manejada, nos permite generar
situaciones y escenarios para afrontar conflictos; pero en una persona con ansiedad
la imaginación suele llevarle a los peores finales posibles.
La ansiedad esconde, por tanto, una profunda desvalorización e impotencia que nos
lleva a creer que no somos capaces de afrontar y gestionar con éxito las situaciones.
Resulta crucial tomar conciencia de que cuando hay ansiedad realmente es la
imaginación la que toma el control, impidiéndonos disfrutar del presente, dando paso
a miedos y peligros posibles, pero improbables.
Hay que aprender a confiar más en nosotros mismos,
en nuestras capacidades, en nuestras cualidades, en nuestra intuición,
sin sentir la presión de tener que demostrar y demostrarnos nada.
El intento de control sólo produce más descontrol. Si tratamos de
controlar los miedos y temores que provoca la ansiedad sólo lograremos
reforzarlos, alimentarlos; provocando, a su vez, miedos y temores más profundos.
La Descodificación Biológica de la ansiedad nos lleva necesariamente a
profundizar en las situaciones y circunstancias de las que surge.
Habitualmente, los conflictos emocionales inconscientes que dan lugar a la
ansiedad tienen un origen transgeneracional o en la etapa del Proyecto Sentido.
Receptores de programas inconscientes legados por nuestros antepasados
o por nuestros padres; nacemos predispuestos o diseñados para repetir lo que ellos
sufrieron, sus miedos, sus temores.
La exposición, incluso décadas después, a circunstancias emocionales
similares a las que ellos afrontaron hará que probablemente somaticemos dichos conflictos.
Por eso, es determinante tomar conciencia del origen real del programa inconsciente
que desata la ansiedad, pues ésta es en realidad el aviso de que albergamos en
nuestro inconsciente un conflicto emocional activo y latente.
La ansiedad manifiesta la existencia de una emoción profunda
-normalmente heredada- que debemos localizar para llevarla a la
conciencia -hacerla consciente- y aprender a manejarla.
Averiguar y comprender las circunstancias en las que se programó el conflicto y las
que lo activan en nosotros resulta esencial para neutralizar la ansiedad y evitar que
se convierta en algo más grave.
Sólo reviviendo en detalle las circunstancias en las que nació el conflicto
que se esconde tras la ansiedad, y la situación y el sentido por el que éste se manifiesta
en nosotros, será factible descodificarlo de manera efectiva, encontrar el “para qué”, tomar
conciencia y desaprender; es decir, cambiar las creencias asociadas a esos miedos y
temores para liberarnos y desactivar el conflicto tanto en nosotros mismos como
en nuestros descendientes.
Fuente: www.dbr-casla.com