Sobreviviendo a
Sociópatas y
Narcisistas
Aprender cómo operan los psicópatas, sociópatas y narcisistas
es el primer paso para la recuperación de una vida plena y libre
de personas altamente tóxicas y dañinas.
Las relaciones con narcisistas o psicópatas son
experiencias altamente traumáticas.
La palabra "trauma" deriva de la palabra griega "herida".
Cuando una persona tiene algún tipo de relación con un
narcisista o sociópata, inevitablemente se produce una herida o trauma.
Nuestros mecanismos de defensa se rompen y repentinamente
no podemos funcionar en la vida diaria de la manera en que solíamos.
Sentimos que el psicópata nos robó todo y nos dejó una cabeza
en llamas que reproduce una y otra vez el abuso que no
lográbamos ver por la confusión deliberada a la que fuimos sometidos.
Ésta fue una relación en la cual la herida se iba produciendo
poco a poco y en forma encubierta; no fue un hecho terrible
instantáneo como un accidente o un robo, por lo tanto nos
forzamos a superar el dolor lo más rápido posible y al no
lograrlo (el abuso sociopático lleva tiempo) nos sentimos
peor por no procesar el trauma en corto tiempo.
La suposición de que el abuso psicológico, físico y emocional
debería superarse mucho más rápidamente que un atentado
no es del todo correcta. El trauma del abuso narcisista es
lento e insidioso y hace colapsar nuestra cosmovisión, nuestro
valor como personas y nuestras vidas psíquicas de un solo golpe.
Si teníamos la creencia de que la honestidad es una virtud,
que la justicia es la regla por la que la sociedad se mueve y que
las personas son básicamente buenas y que en ocasiones se
equivocan, el psicópata o el narcisista nos mostró que había
una realidad que ignorábamos: el mal, la injusticia, la mentira,
la traición y la perversidad nos pueden rozar en cualquier
momento y sin que lo hayamos podido prever.
La tragedia es que vamos a llegar a conocer de primera mano
todas las cosas que no queríamos creer que existían o, que si
sospechábamos que podían ocurrir, siempre lo atribuíamos
a personas ingenuas o “con problemas”. Perdimos nuestro
rumbo, nuestras fronteras, nuestro sentido de lo que
somos. Esta pérdida es devastadora.
Algunas de las certidumbres que fueron destrozadas debido
al encuentro con el psicópata o narcisista son:
1. UN MÍNIMO DE SEGURIDAD
La mayoría de nosotros creemos que los seres humanos
son básicamente buenos, honestos y no nos
van a causar intencionalmente daño.
Cuando el narcisista, asegurándonos que nos ama o que
es nuestro amigo, nos hiere y abusa, ya sea a través de
la mentira, causando la ruina financiera, daño físico o
mental, el mensaje que nuestro cerebro
recibe es que el mundo ya no es seguro.
Ahora sabemos que existen personas esencialmente
malas en esta tierra. Nos decíamos: "Eso no me va a
pasar." Nos sentíamos exentos porque habíamos estudiado,
porque éramos conscientes de nuestras emociones y
habíamos mejorado nuestra comunicación con los demás.
Y, sin embargo, nos engañaron, nos manipularon y nos
hicieron todo el daño posible. Luego del abuso, es difícil
enfrentar la realidad de que nuestra visión del mundo ha
cambiado de forma permanente y que nuestras vidas
se viven con una sensación de vulnerabilidad extrema,
a menudo hasta el punto de estar hipervigilantes.
2. LA RACIONALIDAD
Para la mayoría de los seres humanos, independientemente
de la cultura a la que pertenezcamos, las cosas que
suceden en la vida tienen un sentido, una razón y una lógica.
El mundo se comporta de una forma medianamente
predecible. Por el contrario, los sociópatas tienen un
comportamiento fuera de toda razón. Su abuso se basa
en el sinsentido y nuestras vidas se convierten
en piezas de rompecabezas que no encajan.
Cuanto más tratamos de dar sentido a los traumas
más incomprensible y monstruosos, más prolongamos
nuestro dolor. Sin embargo, esta fase en
la recuperación es casi inevitable.
Los narcisistas desafían nuestra lógica. Carecen
de cosas elementales como una conciencia.
Cuando el trauma del abuso narcisista nos golpea, nuestra
racionalidad se convierte en una pesadilla
porque no encaja con el mal más absurdo.
Los seres humanos normales no pueden comprender
el enfoque depredador que los narcisistas muestran
hacia su propia especie, que los lleva a elucubrar planes
llenos de odio hacia aquellos que fingen amar o respetar.
3. LA IDEA DE UN MUNDO MEDIANAMENTE BUENO Y JUSTO
Así como suponemos que nuestro mundo es ordenado
y tiene sentido, también tenemos la expectativa
de que el mundo sea justo y equitativo.
Esperamos que las personas honestas sean recompensadas
y que los delincuentes terminen en la cárcel.
Más aun, cuando alguien actúa mal o comete delitos
tratamos de entender si hubo alguna circunstancia
familiar o social que lo empujó a ello.
Pero cuando nos enfrentamos a la tortura mental y
emocional injustificada por parte de una pareja, familiar
o colega narcisista quedamos destrozados infinitamente al
punto de sufrir crisis de identidad, depresiones, enfermedades
crónicas y en aquellos que son creyentes la pérdida de la
fe cuestionando el por qué de que Dios permita el accionar
de personas que hacen el mal simplemente porque están aburridos.
4. NUESTRA IDENTIDAD Y AUTO-ESTIMA
Cuando el sociópata nos golpea fingiendo querernos,
experimentamos un dolor extremo que afecta
cómo nos vemos a nosotros mismos.
¿Fuimos débiles? ¿Estábamos necesitados? ¿Cómo
no logramos ver como en verdad eran? ¿Fuimos ingenuos
o descuidados? ¿Cómo creímos semejantes mentiras?
¿Cómo nos controló? ¿Nos volverá a suceder?
¿Sabremos responder apropiadamente esta vez?
Ser víctimas de abuso no fue nuestra elección. No
queríamos que nos mintieran, engañaran, lastimaran,
robaran y descartaran como un trasto viejo.
Nos sentimos impotentes y sin poder.
El trauma psíquico no es otra cosa que el colapso de
la estructura de nuestra identidad como resultado
de una experiencia humana catastrófica.
Sumado a esto el daño se suele acentuar por la respuesta
del medio que a menudo reacciona con
indiferencia o hasta con hostilidad.
Debemos tener cuidado al tratar el tema del abuso
narcisista con el fin de evitar etiquetas y juicios. Fuimos
víctimas de abuso pero no nos quedaremos en eso.
Sobreviviremos. Tenemos opciones. Tenemos el poder
de rearmar nuestra identidad y de crear una nueva visión
del mundo, más humana y al mismo tiempo más realista,
que incorpora el hecho de que realmente existen personas
malvadas, que son depredadores peligrosos
que deben evitarse a toda costa.
Esto no significa que debamos desconfiar de todo y todos
en nuestro futuro, pero sí necesitamos evaluar rápidamente
la presencia de rasgos sociópatas en los que nos
rodean y de esa forma alejarnos sin demora.
Todos conocemos casos en la historia de políticos y tiranos
con características psicopáticas que se aliaron para conseguir
réditos de poder. Les dejamos dos casos ilustrativos.
Carmen estaba recién separada y había dejado su pequeña
ciudad para trabajar junto con su hermano en la capital.
Cuando se instaló en un pequeño departamento cerca
de la casa donde vivía su hermano con su cuñada, esta
última se convirtió en su mejor confidente.
En realidad, Carmen era bombardeada a preguntas por su
cuñada que fingía preocupación. Si bien se sentía afortunada
de tener “una buena relación” con ella, algo le decía que no
estaba bien que se metiera en todo, no le gustaba cómo en
ocasiones dejaba de hablarle a su hermano, y cómo la quería
manipular para hacer lo que ella decía en el comercio de su hermano.
Asimismo, no dejaba de recordar cómo su nueva cuñada,
a la que llamaremos Estela, había sido la “mejor amiga” de la
ex pareja de su hermano y, no solo no le había importado
romper un matrimonio, sino que había hablado cosas
muy feas sobre su “ex hermana del alma”.
Al poco tiempo Estela comenzó a insistir en que saliera c
on un amigo soltero del matrimonio que era muy atractivo,
pero que a Carmen le parecía algo extraño porque
tenía algo en su mirada que la perforaba.
La cuñada le aseguraba que él tenía mucho interés en ella,
y finalmente accedió a salir con él. En la primera cita él se
mostró inusualmente atento y seguro. Carmen se convenció
de que ella había desconfiado de él debido
a la triste experiencia de su divorcio.
En la segunda cita, todo parecía indicar que el encuentro
terminaría en algo más íntimo cuando Carmen comentó que
su cuñada le había pedido dinero prestado sin que se enterara su hermano.
Desde ese momento, su pareja cambió por completo; se
mostró molesto y agresivo. La hizo sentir culpable de haber
hablado de “cosas desagradables” y le aseguró que ya no
tenía el más mínimo interés en proseguir con la relación.
Carmen se sintió horriblemente mal, pero no era solamente
debido al rechazo de este hombre luego de que él hubiera
despertado su interés; ella sentía que había algo oscuro por debajo.
Le comentó a su cuñada que la cita se había agriado. Ésta
se enojó y la culpó de ser fría y de no entender nada de
hombres. Carmen creyó que estaba enloqueciendo, pero su
intuición la llevó a prestar atención en medio
de una bruma de dolor y dudas.
Pasaron las semanas. Se le hizo evidente que había algún
tipo de relación entre Estela y el amigo de su hermano. Dejó
de confiarle cosas tanto a su hermano como a su cuñada.
Un día revisó el teléfono de Estela y comprobó como ésta
sacaba dinero del negocio de su hermano y se lo pasaba a
su amante (había mensajes de alto contenido sexual entre ellos).
Cuando le advirtió a su hermano, éste no le quiso creer. Es más,
prefirió creer la versión de su esposa de que la que había estado
tomando dinero de la caja era Carmen.
Sin poder dar crédito a las habladurías que su cuñada y el
amigo esparcieron por el círculo de personas que ella había
comenzado a tratar, decidió volver a su ciudad y mantener
contacto cero con su hermano y los dos
psicópatas que lo tenían de juguete.
Ser consciente del engaño es una herida que no logra sanar
y se pregunta una y otra vez el por qué.
¿Por qué Estela me quería empujar a los brazos de su
amante? ¿Era una voyeur, una perversa? ¿Sabía que yo
estaba sensible por mi divorcio y quería que me terminara
de dañar un psicópata? ¿Querría que él me sacara dinero
en paralelo al que ya ella le sacaba a mi hermano?
Carmen aún no tiene respuestas. Y lo mejor sería que tratara
de NO hacerse esas preguntas ya que el 96% de la
población mundial nunca va a entender cómo piensa una
persona cuyo cerebro tiene áreas (aquellas que alientan
la respuesta empática) que no desarrollaron.
Julieta trabajaba en una empresa farmacéutica.
Su nuevo jefe era motivador y bastante comprensivo.
Delegaba casi todo en sus empleados y se ausentaba
bastante, pero prefería eso a soportar un gerente malhumorado.
El gerente al que su jefe respondía era más frío y distante,
pero ciertamente era inteligente y seguro de sí.
Este hombre puso sus ojos en ella (como también en otras
tantas) y comenzó a seducirla. Si bien se sentía atraída por él,
Julieta era muy creyente y no quería tener nada
que ver con un hombre casado.
Sufría un tremendo dilema interno cada vez que lo veía. No
podía sacárselo de la cabeza, pero al mismo
tiempo le producía temor.
El gerente, que no estaba acostumbrado a perder, comenzó
a acosarla con más intensidad. Julieta no
sabía con quién hablar del tema.
Un día su jefe le dijo que se sentía preocupado por verla “ausente”
y le comenzó a hacer preguntas. Ella se abrió y
le comentó lo que le pasaba.
Durante una semana su jefe le pidió que la tuviera al tanto
de lo que pensaba hacer, si iba a consultar a algún abogado,
si tenía pruebas. Parecía indignado y le aseguró que iba
a consultar con gente de confianza en la empresa.
Julieta le contestó con total honestidad, le habló de algunas
grabaciones y mails, de que había consultado a un abogado, etc.
A los pocos días la llamaron de Recursos Humanos para
comunicarle que estaba despedida. Su jefe y el gerente
habían elevado un informe sobre ella con una
pésima evaluación de desempeño.
Julieta quedó obsesionada con lo que había sucedido,
no podía entender, desde su perspectiva cristiana, cómo
Dios permitía la calumnia y el progreso de seres tan malvados.
En paralelo, con ayuda de su familia, averiguó algunas
cosas sobre los antecedentes de estos dos gerentes y supo
que habían tenido algunos “pequeños deslices” en sus trabajos
anteriores y que se rumoreaba que en éste, donde coincidieron,
“se pasaban” empleadas entre ellos. Los abogados que la
asesoraron le aconsejaron no hacer juicio por acoso (sí, en
cambio, por mejorar la indemnización) porque según sus
palabras textuales “en este país saldrás perdiendo y
teniendo que pagar los costos del juicio”.
En ambos casos, las víctimas de estos psicópatas (hombres
y mujeres), intuyeron desde un comienzo que algo “no cerraba”,
que algo les causaba temor y ansiedad.
No intelectualices lo que te sucede, confía en tu instinto.
La parte de tu cerebro que regula las respuestas de alerta
frente a amenazas ya se activó, no esperes a que logres
encontrar la causa, ya que para cuando la identifiques, será tarde.
Cuando sepas el por qué es probable que ya te hayan timado,
sacado tu dinero o tu puesto, ya te hayan enamorado
con una personalidad falsa o arruinado tus relaciones familiares.