¿QUÉ LE SUCEDE
A UN NIÑO CUANDO
LE GRITAS?
Léete este post para saber qué le sucede
a un niño cuando le gritas:
“ Papá, quizás tú no te des cuenta, pero cuando me gritas,
se me mueven tanto los cimientos por dentro que
siento que algo se rompe dentro de mí "
El dolor de tripa y las ganas de vomitar que me
entran son tan grandes que no soy capaz de mantenerme
de pie, pero el miedo me paraliza y no me atrevo a moverme.
Empiezo a temblar y a sudar, pero tú estás tan ocupado
riñéndome que quizás no te das cuenta del daño que me haces,
pero me caigo por dentro porque para mi, eres lo más
importante, aunque ahora no te lo parezca.
Cada palabra tuya me importa, y cada vez que me gritas,
dejas una cicatriz profunda en mi. Tu no la ves, pero yo la
siento cada día. Por favor, te pido que pares. Busca otra
manera. Eres mi padre, sé que puedes hacerlo.
No me agredas, no me dañes.
No me hagas ir al cole pensando que no valgo nada o
que soy un desastre. No lo hagas. No me dejes meterme
en la cama pensando que soy el peor niño del mundo
y que mi padre no me quiere. No lo hagas.
No pretendo molestarte cuando hago ruido, cuando se
me olvidan los deberes, o cuando no te obedezco. No quiero
hacerlo mal, pero soy un niño y aún tengo mucho que aprender.
Por favor, enséñame, ayúdame a hacerlo mejor.
Necesito que me abraces, que me digas que me quieres
y que sabes que lo puedo hacer mejor. Esas palabras papá,
son las que necesito, las que me van a dar la fuerza y la
seguridad para hacerlo bien, aunque ahora…
quizás no te des cuenta.
No tardes mucho papá, porque estoy creciendo, y voy muy rápido.
Antes de gritarme o de echarme algo en cara, por favor, para,
y piensa que cada día importa. A mí me importa. Me
importa ahora y me importará toda la vida.
Pegar no es una opción, y gritar tampoco debería serlo,
pues no deja de ser una forma de agredir que mina la autoestima
del niño, y le hace sentirse vulnerable y situarse
en un estado de alerta en su propia casa.
Gritar a nuestros hijos, obedece a una falta de recursos
personales en los que una situación nos sobrepasa, como
puede ser llamar a nuestro hijo para que se siente a la mesa
durante varias veces sin éxito, derivando en
un grito: “¡He dicho que a cenar!”.
Es necesario que reflexionemos sobre la falta de estrategias
que propician y motivan el grito, pues habitualmente son
situaciones cotidianas y repetitivas que pueden tener otras
alternativas. Ser conscientes de que los gritos agreden el
bienestar emocional de nuestros hijos, posibilita un cambio
en nosotros, de modo que podamos canalizar la frustración
que sentimos en este momento a un objeto o señal.
Establecer con nuestros hijos un canal de comunicación
abierto en el que hayamos consensuado como sustituto al
grito mostrar un cojín de forma simbólica, o hacer un gesto
inocente y simple como entrelazar el dedo meñique de padre
e hijo, no deja de tener una simbología que sustituye al grito,
en la que el niño sabe que ha llegado al límite que no debe sobrepasar.
¿Qué se quiere decir con esto?
Que no hay que gritarles porque daña, y que hay otras
opciones, como por ejemplo; pactar con el niño que, para que
sea consciente de que ha rebasado la barrera, y que tiene que
reconducir su actuación, en vez de gritar se le va a hacer una
caricia en la palma de la mano o en la mejilla mirándole
directamente a los ojos. Es una forma de mostrarle estrategias
alternativas, que si interioriza y aprende siendo niño, podrá
aplicar en su vida, para que pueda prescindir de los gritos
en sus relaciones futuras. Porque esta alternativa es un
“creo en ti, sé que puedes hacerlo mejor”.
Mostrar en la primera infancia el “camino” de los gritos, tiene
el riesgo de desencadenar una escalada de poder en la
adolescencia en la que los gritos, sean el “vehículo conductor”
de nuestro día a día. Enseñar a nuestros hijos que hay
alternativas a la agresividad, y que la irá y la frustración
pueden canalizarse y no derivar en un grito, siempre es una
opción acertada y saludable para su bienestar emocional.
¿Os animáis a cambiar esos gritos?
Izaskun Valencia
Fuente: evolucionconsciente.org