LAS HERIDAS
DE LA INFANCIA
Seguimos siendo unos niños disfrazados de adultos. Nos ha
crecido el cuerpo, pero las heridas siguen siendo las mismas.
Llevo un par de semanas trabajando (como voluntaria) con niños
de 7 a 10 años, de familias muy desestructuradas. Algunos son de
Afganistán, Marruecos, Bangladesh. Otros de Barcelona. Con el
padre en la cárcel. Malos tratos. Ausencia de la madre. Sin
recursos económicos. Historias que no deberían existir, pero
que están ahí. Tan cerquita y tan lejanas a la vez… No hace
falta irse a ‘otro mundo’ para Ver la pobreza, la desigualdad,
la violencia y la injusticia que nos habitan. Con cambiar
de barrio es más que suficiente.
Son tan lindos… Reclaman continuamente cariño, abrazos,
contacto, Amor, atención. Cada uno de ellos, a su estilo. Están
hambrientos. Y no únicamente de comida. Ya tienen heridas.
No sólo en la piel, sino también en el Alma. Algunas ya sangran.
Otras, se están gestando cada día de puertas para adentro… Cuando
en casa cohabitas con el ejemplo de lo que NO se debe hacer ni
Ser, es muy difícil que adquieras unos valores, unos principios, un
sentido común que te lleve por el ‘buen camino’. Estás condenado
a caer en el pozo tarde o temprano. Y depende de con quién te
hayas cruzado, podrás salir o no de él.
No todo es de color de rosa. No todo es belleza. No todo es
bonito. No todo es placer. No todo es Luz. No todo es Cielo.
Hay personas, hay niños, con una vida ‘de mierda’. Pero de
mierda de verdad. De la que su hedor te tumba. No de la de:
es que no tengo dinero para irme de vacaciones o mi príncipe azul
me ha dejado o estoy gorda o es que mi jefe es un capullo. De
la otra. De la que si vieras con tus propios ojos, se te quitarían
todas las tonterías que llevas a cuestas.
Porque cuando estás enfrente de ellos, se te rompe el corazón
a pedazos. Porque no puedes hacer nada por evitar todo el
sufrimiento, las lágrimas, los golpes, los abandonos, con los que se
acuestan y se levantan. Porque ‘a pesar de’, juegan y juegan y juegan.
Y se ríen. Y se levantan cuando se caen… Y se les ilumina la
mirada con sus botas de fútbol nuevas. Porque ‘a pesar de’,
siguen siendo niños. Con su inocencia. Con sus ilusiones. Con
sus Messi y sus Cristiano Ronaldo. Con sus ‘veo, veo, ¿qué ves?’
y sus ‘piedra, papel y tijera’. Como si todo fuera perfecto. Como si en
ese momento, sus problemas (de los de verdad…) desaparecieran por
arte de magia. Y parece que tú les estás enseñando algo,
cuando son ellos los que te están plantando
Lecciones en toda tu cara.
Y luego, te subes al metro, cruzas la acera… y te encuentras
con otra Realidad totalmente distinta. Hay muchos platos sobre
la mesa, muchos juguetes, mucha tecnología, mucho ‘privado’, mucho
vacío, mucha infelicidad, mucha envidia, mucho miedo, mucha soledad.
Porque en todas las casas cuecen habas. No importa tu status social
ni tu religión ni tu país de procedencia. La oscuridad, los cuartos
oscuros, las pesadillas, las sombras, no entienden de idiomas, de dinero,
de sexos ni de edades. Al final, al principio, todos estamos en el mismo
lugar. Todos queremos amar y ser amados. Todos deseamos dormir
en Paz. No hay diferencias entre unos y otros, por mucho que las haya…
Somos los mismos niños que una vez, o dos, o tres,
fuimos heridos. Utilizamos mil y una estrategias para tapar esas
cicatrices. Para no Sentir que están ahí. Nos olvidamos del olvido
para no recordar que tenemos que recordar. Y nos pasamos años
ocultando las lágrimas que nos ahogan por Dentro. Los asuntos que
no hemos resuelto. Los secretos que callan nuestra Verdad. Hasta
que un día no puedes respirar más. Hasta que un día, tu vida se
queda sin Vida. Hasta que un día te cansas de correr hacia delante
o hacia atrás. Y no te queda más remedio que pararte donde
Eres y Estás, mirarte al espejo, PERDONARTE, llorarte, abrazarte y
Salvarte de la única persona que te mantiene encadenada, oprimida
y aprisionada. Y Salvarte de Ti.
Detrás de cada piel, hay una historia. Una que quizás ni siquiera
eres capaz de imaginar. Una que quizás no es ‘apta para Humanos’.
Detrás de cada niño rebelde, hay una causa que provoca un efecto.
Una que está carente de Amor. De Ternura. De Compasión.
Así que antes de juzgar, de criticar, de condenar, de ‘nos quitan
el trabajo’ o de ‘que se vayan a su país’, ponte en su piel. En esa repleta
de agujeros que nadie se ocupó de llenar, de abrigar, de acariciar, de
besar. Porque a lo mejor, algún día, alguien se tenga que
poner en la tuya también…
Fuente: www.regresoalhogar.com