LA
IDENTIFICACIÓN
La psicología transpersonal reconoce la identificación externa,
pero sostiene que la identificación con procesos y fenómenos
internos (intrapsíquicos) es aún más importante.
Se define la identificación como el proceso en virtud
del cual algo es vivenciado como el sí mismo.
Además, este tipo de identificación pasa inadvertido para la
mayoría de nosotros, incluyendo psicólogos, terapeutas y
estudiosos de la conducta, dada la gran medida en que nos afecta a
todos. Es decir, que estamos tan identificados que jamás
se nos ocurre si quiera cuestionar aquello que
con tal claridad nos parece que somos.
Las identificaciones consensualmente validadas pasan
inadvertidas porque no se ponen en tela de juicio. Es más,
cualquier intento de cuestionarlas pueden chocar
con considerables resistencias.
Los intentos de despertarnos antes de tiempo suelen ser
castigados, especialmente por quienes nos aman. Porque ellos…
están dormidos. Piensan que cualquiera que se despierte,
o que se dé cuenta de que lo que se toma por
realidad es un sueño, se está volviendo loco.
El proceso de desidentificación es de muy amplias proyecciones.
La identificación de la conciencia con el contenido mental
hace que el individuo no llegue a percatarse del contexto
más amplio de la conciencia que abarca este contenido. Si la
conciencia se identifica con el contenido mental, este contenido
se convierte en el contexto a partir del cual se contempla cualquier
otro contenido y experiencia mental. Así, el contenido convertido
en contexto interpreta ahora otro contenido y determina el
significado, la percepción, la creencia, la motivación y el
comportamiento, todo de manera que sea congruente con ese contexto
y lo refuerce. Además, el contexto moviliza procesos
psicológicos que a su vez lo refuerzan.
Por ejemplo, si el individuo acierta a pensar “estoy asustado”,
y al observar ese pensamiento lo ve como lo que es,
o sea nada más que otro pensamiento, entonces
ejerce poca influencia sobre él. Sin embargo, si se identifica con
él, entonces la realidad en ese momento es que el individuo
está asustado y es probable que genere toda una serie de
ideas y emociones de miedo y se identifique con ellas, que
interprete como miedo sentimientos todavía inciertos, que
perciba el mundo como atemorizante y que actúe de manera temerosa.
Es decir, que la identificación moviliza un proceso profético que
se autorrealiza, en virtud del cual la vivencia y los procesos psicológicos
validan la realidad de aquello con lo cual el sujeto estaba identificado.
A la persona identificada con la idea de “estoy asustado” le parece
que todo demuestra la realidad y la validez de su miedo. Recuérdese
que la identificación hace que la persona no se percate del hecho de
que su percepción emana de la idea de “estoy asustado”, porque ahora
esta idea no es algo que se puede ver, sino más bien aquello a partir
de lo cual se ve y se interpreta todo lo demás. La conciencia, que podría
ser trascendente y estar más allá de cualquier toma de posición, se ha
visto ahora restringida a considerar el mundo desde una única
perspectiva que se autovalida.
Estamos dominados por todo aquello con lo cual nuestro ser se
identifica. Podemos dominar y controlar todo aquello de lo cual
nos desidentificamos. En tanto que estamos identificados con un
objeto, eso es servidumbre. Cuando se recuerda que, por lo común,
la mente está llena de ideas con las cuales nos identificamos sin
saberlo, se hace obvio que nuestro estado de conciencia habitual
es un estado en el que nos encontramos, literalmente, hipnotizados.
Como en cualquier estado hipnótico, no es necesario que haya
reconocimiento alguno del trance y ni de la restricción de la
conciencia que lo acompaña, ni tampoco recuerdo de la
sensación de identidad previa a la hipnosis.
Mientras estamos en trance, lo que pensamos que somos
son las ideas con las cuales nos identificamos. O dicho de otra
manera, los pensamientos de los cuales todavía no nos hemos
desidentificado crean nuestro estado de conciencia,
nuestra identidad y nuestra realidad.