NO TE ESCONDAS…
¿PARA QUÉ?
No te escondas.
Sí, sí te lo digo a tí, a tí y a tí también.
No pierdas el tiempo porque muchos lo
hemos intentado y no se puede.
¿Sabes por qué?
Porque a pesar de poner distancias, muros de protección,
de crearte un personaje, de esconderte debajo de la baldosa,….,
siempre hay una pequeñísima rendija que
muestra lo que quieres esconder.
Cuando dejes de perder el tiempo, mires en tu interior y
le des más importancia, a eso, que a todo lo que te ha
hecho crear esa oscuridad a tu alrededor, todo cambiará.
No te escondas, primero por tu felicidad y segundo porque
estarás dando la oportunidad a otros a hacer ese
camino, y compartirlo es lo más grande.
Os dejo esta historia, es muy sencilla, pero
le tengo un cariño especial.
Olga Perona
Había una vez un pequeño animalito, era una pequeña ardilla.
La ardilla vivía en un bosque y siempre estaba corriendo de un lado a otro.
Un día vio a un niño que visitaba el bosque; al principio tuvo
miedo y lo observaba detrás de un árbol. El niño estaba
maravillado de todo lo que había en aquel lugar, los árboles,
los riachuelos, las flores, incluso de las piedras
que se encontraba en el camino.
Pero Queñoa, que así se llamaba el pequeño, estaba un poco
triste porque llevaba bastante tiempo allí y no había visto ningún animal.
De repente, vio una mariposa, la mariposa más bonita que
nunca había visto; sus alas eran de muchos colores y volaba
de flor en flor. Pero de repente, se quedó quieta sobre la mano del pequeño.
Queñoa miraba la mariposa maravillado, sus ojos estaban
muy abiertos y casi ni parpadeaba. Giraba su mano para verla
desde todos los ángulos, observaba sus movimientos y los
colores que cambiaban, según la luz incidía en sus alas.
La ardilla al ver como el niño trataba con tanto amor al
pequeño animal, fue a buscar a los otros animales del bosque
para que pudieran ver aquella escena.
Todos corrieron hacía donde estaba el niño para ver como
éste jugaba feliz con la mariposa, mientras ésta volaba de
la mano del niño a las plantas y flores de alrededor y en algún
momento se quedaba sobre la cabeza de Queñoa mientras él sonreía.
No habían visto nunca a ninguna persona
así y se quedaron perplejos.
Finalmente todos juntos salieron de detrás de los árboles,
las plantas y los matojos para unirse a los
juegos de la mariposa y el niño.
Fuente: www.elrincondepensar.wordpress.com