No siempre ir
rápido es mejor
NO siempre rápido es mejor.
A pesar de tantos progresos y tanta teconología, vivimos en
la sociedad del cansancio, presionando hasta el extremo la
infancia y perdiéndonos casi la existencia corriendo detrás ¿de qué?
Hace tiempo publicamos una entrevista a Carl Honoré, el
periodista-gurú del movimiento slow en el mundo que reflexiona
sobre los ritmos de la sociedad actual, titulada “Vivir deprisa
no es vivir, es sobrevivir” y que causó un fuerte impacto en
cualquiera que quiera analizar su vida bajo este prisma.
Adjuntamos a continuación otra entrevista al mismo autor
publicada hace años en la extinta revista “Única” (y realizada
por Isabel Fernández del Castillo) que ahonda nuevamente el
tema de a qué dedicamos las horas y cómo queremos
vivir nuestro paso por el mundo.
Merece la pena leerla lentamente, degustando cada respuesta
y revisando qué hacemos nosotros y, sobre todo, qué queremos hacer…
“No siempre ir rápido es mejor”
El reto es encontrar el tempo de cada cosa, para poder
recrearse y profundizar en ella.
Carl Honoré es autor de “Elogio de la lentitud“, una obra que
pone el dedo en la llaga de un problema de la
vida moderna: la prisa, el estrés.
Ahora podemos hacer todo más deprisa que nunca en la historia.
¿Qué hemos ganado y qué hemos perdido por el camino?
La velocidad nos ha traído muchos beneficios: somos más
productivos, podemos mantener el contacto con amigos y
familiares que viven lejos, la vida se ha vuelto más excitante e interesante.
El problema es que ahora hay un exceso de velocidad. Nos
hemos vuelto adictos a la idea de que la rapidez siempre es
mejor y estamos pagando un precio por ello.
¿De qué modo nos afecta?
Nos afecta en cada aspecto de nuestra Vida: la dieta,
la salud, el trabajo, la productividad, las relaciones, el medio
ambiente… Demasiada velocidad nos mantiene en la superficie
de las cosas, corremos nuestras vidas en lugar de vivirlas,
primando la cantidad sobre la cualidad. Con el exceso de
velocidad perdemos profundidad, sentido, conexión…
la cualidad de cualquier experiencia.
¿Pueden las cosas importantes de la
vida hacerse con prisa?
Mae West dijo una vez que ‘ ‘Todo lo que vale la pena hacer,
vale la pena hacerlo despacio”, y creo que hay mucha sabiduría
en esto. La amistad, el amor, hacer o disfrutar una buena comida,
cualquier acto de creación… no pueden acelerarse. Estas cosas
tienen un tempo natural. Si las aceleras pierdes el goce, el misterio
y la cualidad, Los artistas siempre han sabido que la creación
no se puede acelerar, y ahora incluso las empresas se están
dando cuenta de lo mismo: que para ser creativos los trabajadores
necesitan momentos de relax, de desconexión, de silencio.
¿Cómo afectan las tecnologías a las relaciones humanas?
Socialmente estamos en una extraña paradoja. Toda esta
tecnología nos ayuda a establecer nuevos contactos, pero
tambien existe la tentación de apresurar y banalizar las relaciones
sociales. Así en el Messenger o en el Facebook encuentras
gente que pretende tener i4.356 amigos! El mismo concepto de
amistad queda devaluado. O ves el fenómeno de las citas rápidas
para singles, en los que cada uno habla con 30 personas
durante 3 minutos y deben escoger una de ellas. Una revista en
Gran Bretaña publicó un artículo de cómo provocar un
orgasmo en i30 segundos! Es una locura.
Nuestra cultura está obsesionada con objetivos y resultados.
¿Qué pasa con el proceso?
Sí, nos hemos obsesionado con el destino y olvidamos disfrutar
del viaje. Todo ha de ser instantánea. Perdemos el placer de la
anticipación, la emoción de la espera, la ilusión. Yo creo que la
anticipación es un ingrediente clave del placer, Y la prisa y la
gratificación Inmediata nos hace perder la intensidad del goce.
A veces, en momentos de lucidez, nos damos cuenta de que
mucho estrés solo nos da unos de tiempo. Pero el ciudadano
medio ve un promedio de tres horas de de televisión.
¿Estamos locos?
Sí, tenemos una relación muy neurótica con el tiempo. Lo
vemos como un enemigo, algo que debe conquistarse, que
déberíamos exprimir para aprovechar el último segundo
de actividad productiva. Ir deprisa, utilizar la tecnología nos
ahorra tiempo, pero ¿qué hacemos con ese tiempo? En lugar
de usarlo para relajarnos, estar tranquilos a relacionarnos con
la familia y amigos, lo llenamos con más actividad: trabajo, TV,
internet. Necesitamos ser más conscientes, organizar nuestro
tiempo de acuerdo con las prioridades reales, dar a
cada cosa la importancia que tiene.
Hiperactividad infantil, pubertad precoz, niños con pesadas
jornadas extraescolares ¿qué estamos haciendo con los niños?
Hemos pasado a nuestros niños este culto a la velocidad, a estar
haciendo algo en todo momento. Esto es un gran error. Los
niños en general necesitan lentitud. En el tiempo libre no
estructurado, en la calma, e incluso en el aburrimiento, es
cuando los niños aprenden a mirar dentro de ellos mismos,
a preguntarse quiénes son, a inventar y ser creativos y también
a ser sociales. Esta cultura hiperactiva, apresurada e hiperestimulada
también les ha alcanzado, por eso les cuesta concentrarse en
solo una cosa al mismo tiempo y se aburren tan fácilmente. Por
eso también la infancia es cada vez más corta. El próximo
libro que escriba será sobre eso.
Hoy en dia el romance está de capa caída; se impone
incluso la cultura del sexo rápido…
No estoy en contra del sexo rápido, pero si todo lo que
tienes es sexo rápido entonces te estás perdiendo algo muy
importante. Piensa cuánto más intenso es el sexo después
de haber alimentado la tensión sexual con el flirteo, con palabras,
con notas, con flores o con lo que sea. Recrearse en esta etapa
previa intensifica el placer mucho más que la gratificacián inmediata.
Hay algo trágico en la idea de tener un orgasmo en solo 30 segundos.
Yoga, kung, meditación, tantra…: disciplinas orientales en
auge. ¿Qué nos atrae de ellas?
Todas ella ralentizan el cuerpo y la mente y nos ayudan a estar
confartables en un ritmo más pausado. Eso nos beneficia físicamente,
nos aporta una mayor flexibilidad, fortaleza y equilibrio, Pero también,
al bajar el ritmo, estas prácticas nos ayudan a dar mayor profundidad
y sentido a nuestras vidas. precisamente, uno de los beneficios de ir
más despacio es que nos da el tiempo y la tranquilidad para
mirar hacia dentro, escuchar nuestro corazón, conectar con
nuestra alma y hacernos las grandes preguntas de la Vida.
¿Y si un día tengo prisa?
Ser lento significa que uno controla los ritmos de su vida, y
decide qué celeridad conviene en un determinado contexto.
Si hoy necesito ir rápido, voy rápido; si mañana quiero ir lentamente,
voy lentamente. Se trata de poder decidir cuál es nuestro propio
tempo en cada situación, y evitar que la velocidad se convierta
en un piloto automático que controle nuestra vida.
Sin prisa pero sin pausa.
Ir despacio nos permite profundizar en las cosas, conectar
con nuestra alma, hacernos las grandes preguntas de la existencia
y buscar las respuestas; encontrarle sentido a la vida.
Obsesionarnos con los objetivos y resultados nos hace navegar
sobre la superficie de las cosas, nos priva del placer del viaje,
disuelve la magia, banaliza todo.
No se trata de hacerlo TODO despacio. Sino de aprender a
establecer libremente nuestra tempo, y hacer lentamente aquello
con lo que merece la pena recrearse.
Todo en clave “SLOW”.
FUENTE: www.elblogalternativo.com