En lo más denso de
las cosas descubrimos
el amor que nunca muere
Es en esa densidad de la que tanto huimos donde descubrimos
el Amor que nunca muere, el que siempre está Presente, en
todas las cosas, en todas las personas, en todos los animales,
en todos los seres que habitan este planeta y el universo entero.
El mal, la densidad, existen en la medida en la que tú
mismo les das vida, fuerza... y lo haces rechazando,
intentando eliminar esas partes de ti que CONSIDERAS oscuras,
que CREES que no son dignas de SER compartidas, sentidas.
Cuanto menos las aceptes, cuanto menos te aceptes, cuanto
más las etiquetes como negativas, más Verás fuera esa densidad
de la que tanto te quejas día tras día.
Si en lugar de ver con los ojos de la mente viéramos con los del
corazón lo sentiríamos todo Perfecto, tal y como ya es. La
Realidad no es como tú la interpretas, ni como lo hago yo.
La VIDA ya está evolucionada, ya nació iluminada. Somos
nosotros los que pretendemos cambiarla, mejorarla, extirparle
las partes que no nos gustan, matarla para renacerla a
nuestro antojo, borrarle los colores que consideramos fríos
y pintarla de los que consideramos calientes. Eso es lo que
hacemos con nosotros: maquillar unas “imperfecciones”
que están basadas en lo que yo creo que “debería” SER
según mis creencias, echándoles la culpa de mi infelicidad y
de mi vacío, cuando es precisamente esa actitud de no aceptación,
de no amor hacia mí, la que me está haciendo sufrir.
No queremos sentir dolor y en cuanto vemos que se acerca,
que nos roza con su aliento, hacemos cualquier cosa para separarnos
de él: distraernos con la televisión, ponernos a meditar, a chatear,
a discutir, a cantar, a bailar, a escribir, llamamos a un amigo, a
un familiar, vamos al gimnasio, al cine, a un taller, a la playa,
a la montaña, ponemos a parir a la vecina, a la suegra, a la
compañera, al Rey, al Presidente, al de las rastas, al que
no hace nada, al que hace demasiado…
Somos unos drogadictos. Algunos esnifan cocaína, otros fuman
porros o son adictos al juego, a un tipo de alimentación, al sexo,
al alcohol, a pegar palizas, a abusar, al poder, al dinero, a la fama,
a las redes sociales, a la basura, a la limpieza, al conocimiento,
a la eterna juventud… Da igual el QUÉ, podemos escoger
entre infinidad de opciones. Lo importante es el PARA QUÉ
lo hacemos y la raíz siempre es la misma:
evadirnos de lo que estamos sintiendo.
Si permitiéramos que el dolor tocase nuestro Corazón, lo
convertiríamos en Compasión. Hay situaciones en las que no
nos queda otra, en las que a tu vida no le ha quedado más
opción que enseñarte de esta manera: una enfermedad, el
fallecimiento de un ser querido, un atentado, un tsunami,
el descarrilamiento de un tren, la muerte de un
niño mientras huía de la guerra… etc.
Son “fotografías” que traspasan todas esas barreras, esos
muros que nos hemos creado y con los que nos paseamos
por el mundo para que “nadie pueda hacernos daño” porque
CREEMOS que no vamos a poder soportarlo.
Si no puedes sentir dolor, Amor tampoco, porque el amor
lo incluye todo, te guste o no. Y aunque creamos que
estamos bien camuflados, protegidos, todas esas emociones
que no expresamos (porque están todas dentro aunque te
creas que vienen de fuera…) lo harán a través de una enfermedad,
de un dolor Físico. No desaparecen, se transforman, se acumulan
hasta que explotan, de una manera o de otra, eso ya
depende de ti, de cómo las gestiones.
Cuando me atreví a SENTIR dolor, sufrimiento, ira, enfado, rabia,
tristeza, soledad, debilidad, cuando en lugar de querer ser otra,
más espiritual, más pura, más fuerte, más valiente, más femenina,
más bondadosa, más inteligente, más sabia, más angelical, más
más más…en todo momento, fue cuando entendí que era la
mente la creadora de esa separación, que era mi mente la única
que veía maldad, dentro y fuera de mí, que era mi mente la que
interpretaba según mi conveniencia y la única
responsable de mi ausencia de Paz.
Cuando me atreví a Sentir “lo que fuera”, toda una mochila llena
de creencias de cómo “tenía que” se soltó y con ella cada una
de mis condenas y de mis penitencias.
Eso no quiere decir que ahora no surjan esas voces juiciosas
pero la diferencia, la gran diferencia, es que ya no me las
creo porque sé que no son reales, que aunque me acompañen
en este viaje ya no me dan forman aunque formen parte
de mí, ya no les hago caso, ya no les sigo la corriente. El RÍO
soy yo. Ellas son sólo algunos de los peces que me nadan.
Y si en algún momento me dejo llevar por ellas, no pasa nada.
¿Qué va a pasar que yo no quiera que pase?
En tu dolor está inmerso el dolor de toda la humanidad.
Cuando eres capaz de sentirlo, cuando le abres la puerta
a la vulnerabilidad también se la abres a la Empatía, al sentir
del otro, al entendimiento del otro. Es entonces cuando la
lástima y la pena son sustituidos por la Compasión, y todo
ese Amor que nunca muere porque siempre está, aparece
para sostenerte, para abrazarte, para cuidarte, para mimarte,
para recordarte quién eres y para AMARTE.
Y lo importante sale a la Luz: la salud, la familia, la amistad, lo
sencillo, la quietud, un amanecer, el canto de unos pájaros,
la conversación silenciosa entre dos personas, un beso,
la risa de un niño, un paseo junto al mar, una excursión por
la montaña, un cielo estrellado con su luna llenándolo de
locura, la ternura de un animal… , esas pequeñas grandes
cosas que tanta vida nos dan y a las que tan poco caso hacemos.
Y lo material, lo superficial, las caretas, los disfraces, los
temores, los esfuerzos, las luchas, los objetivos, las metas,
los destinos, las misiones, las apariencias y las
obligaciones se van a tomar viento.
Adéntrate en tu “densidad”. Allí es donde te escondes y
el único lugar en el que te podrás encontrar.
No lo olvides:
Tú eres la Flor de Loto,
no el agua lodosa en la que flotas
Fuente: Emma Amme. Regresoalhogar.com