Depresión:
la señal
del despertar
Una de las características psicológicas más relevantes
de la sociedad moderna es el aumento tan significativo de
la depresión; este fenómeno se expande de manera sigilosa
y penetrante en la mente global, tanto, que hay muchos
estudios que ya consideran a este parásito mental como
una pandemia. Quien más y quien menos, en uno u otro
momento, la vive, de manera aguda o pasajera, profunda
o superficialmente, pero esta depresión palpita en la sociedad
como respuesta a un estilo de vida que caduca, y a la
necesidad de cambio... Sí, esta depresión nos habla de
una modalidad de vida que tiene que ser trascendida.
La raíz original de la depresión es el olvido de nuestra
realidad profunda, y de la realidad fluida y cambiante de
esta existencia. La depresión nace de esta inconsciencia o
ignorancia, de esta pérdida de percepción de la realidad de
la naturaleza y de las cosas, del apego a estas porciones
de aparente realidad a las que nos aferramos tenazmente,
y que van desde la imagen interna (el "yo"), hasta las imágenes
externas en las que este "yo" se apoya y establece sus
referencias ("lo mío"). La depresión nos señala hacia el
olvido de lo que somos verdaderamente.
A este olvido también se le puede llamar la "pérdida de
corazón", la pérdida de nuestra naturaleza profunda, o
la "caída", como refieren algunos textos tradicionales. En
esta pérdida, dejamos de experimentar nuestra realidad,
nuestra profunda comunión con el espíritu y la vida cósmica
(que se expresa en la consciencia y la bondad primordiales)
y entonces aparece esta contracción u opresión, que refleja
la represión del dolor de esta pérdida; es este dolor esencial,
precisamente, el que promueve la búsqueda de
lo que, en realidad, nunca perdimos.
Esta "pérdida original" resuena o se activa en forma de dolor
cada vez que experimentamos algún tipo de pérdida, pérdida
que hace tambalear y remueve los puntos de referencia
estables que dan seguridad y significado a situaciones o
cosas, es este miedo, esta inseguridad, este sentimiento profundo
de soledad y fragilidad, esta resistencia al cambio, el que
promueve el estado depresivo... Este apego, y también la
creencia de que todo esto que nos sucede en la vida
es un problema estrictamente personal, el convencimiento
de que uno mismo o el mundo son intrínsecamente malos...
Esta es la clave: la identificación con el ego
determina la dimensión del sufrimiento.
La depresión deriva del apego y se alimenta en la creencia
de que este sufrimiento es un problema nuestro, algo que
señala a nuestra propia ineptitud, maldad o culpabilidad, y
esto es lo que impide que nos abramos a estos sentimientos
relacionados con la pérdida. De este modo, tratamos de alejarnos
o escapar de ellos, y es precisamente en esta huida
cuando acabamos tapando, congelando y consolidando el estado depresivo.
La depresión hace que nos culpemos y nos recriminemos
por no poder controlar la realidad. La depresión se mantiene
mediante las "narraciones", construcciones mentales,
juicios o interpretaciones completamente equivocadas que
nos contamos acerca de nosotros mismos o del mundo.
También se dice que por debajo de estas "narraciones"
descansa nuestra vulnerabilidad primordial.
Esta vulnerabilidad es natural; como el Ser somos infinitos,
y como el Ser reflejado en el ser humano somos finitos y
vulnerables; no podemos escapar (mientras naveguemos
en este cuerpo) de esta doble naturaleza... No podemos
escapar, ni tendríamos por qué hacerlo, ya que esta doble
naturaleza refleja nuestra Riqueza, nuestra
Totalidad y gozosa Creatividad.
Por lo tanto, no se trata de tapar o extirpar nuestra vulnerabilidad
sino de aceptarla, abrazarla e integrarla como la expresión
creativa de la Infinitud que esencialmente somos.
Teniendo todo esto en cuenta, podríamos decir que la
depresión es la señal indicadora de que ha llegado el momento
de dar el salto a la consciencia, a la vida espiritual. En realidad,
no existe ninguna otra "medicina" para curar esta "enfermedad".
Podemos taparla, aminorar su presión temporalmente,
narcotizarnos o acostumbrarnos a ella, pero no existe,
en la propia mente, ninguna salida o cura para la depresión,
por la misma naturaleza de la depresión...
La depresión señala que la existencia de absorción en el
ego ya no es necesaria, y que por lo tanto hay que cambiar,
pero cambiar radicalmente. La depresión señala que es el
momento de abrirnos a la dimensión espiritual.
Si no nos topáramos con el sufrimiento jamás nos lanzaríamos
a la búsqueda de verdadero sentido de la vida. Por eso,
cuando llegues al límite, cuando ya nada pueda cubrir este
vacío, este dolor, esta perenne insatisfacción, entonces
ríndete, es el momento... Esta rendición es precisamente
la apertura a la dimensión espiritual de la vida.
Las circunstancias difíciles son la forma en que la vida
provoca un salto de consciencia a otro. La Naturaleza se
desarrolla en ciclos de contracción y expansión... Aprovecha
las oportunidades para la expansión cuando surgen.
Este es el signficado profundo de lo que llamamos crisis.
La depresión es una oportunidad de transformación, así
que, aprovecha la ocasión para despertar a la verdad interior.
La depresión puede convertirse en el puente, una vez
más, la contracción esconde en sí misma una oportunidad
de expansión infinita. Toda experiencia, por dolorosa que
sea, trae envuelta enseñanzas insospechadas.
Fuente: El Árbol Kósmico, El viaje
de lo transpersonal, de Antonio Consuegra Sebastián