Entrevista de Revista Verdemente:
“Tenemos miedo de
vivir nuestra vida”
(2ª parte)
¿De qué manera podemos
aceptar que los demás
-pareja, familia, amigos- tienen
la necesidad (y el derecho)
de vivir sus vidas fuera de
nuestro control, estemos o no
de acuerdo con lo que ellos
decidan hacer con sus vidas?
Es obvio que los demás forman parte de nuestra vida, así
que de nuevo, cuando no aceptamos sus vidas o su forma
de ser, rechazamos a nuestra vida y a nosotros mismos.
Sólo hace falta ver el dolor que implica tratar de cambiar
la vida de otro. Aunque lo más curioso es darse cuenta de
que cuando me relaciono con otra persona en realidad no es
con ella con quien me relaciono, sino con mis opiniones
acerca de esa persona. Esto genera la conocida sensación
de incomunicación con los demás, o el no sentirse
uno totalmente querido por los demás.
Sin embargo, cuando nos relacionamos primero con
nosotros mismos desde lo más profundo de nuestro
Ser, entonces encontramos lo esencial, y
en lo esencial todos estamos unidos.
Ahí la necesidad de ser comprendido, respetado o amado
desaparecen, y resurge el agradecimiento por el otro, sin
importar lo que nosotros vemos que hace o deja de hacer.
Cuando descubres que amar te lleva a la paz y que no
hacerlo genera dolor, uno decide amar a pesar de que
quizá al principio cueste. Pero no debemos olvidar que
estamos aprendiendo. Lo más importante es tomar
la decisión de amar. El resto llega por sí solo.
Has dicho alguna vez que
cuando tenemos miedo
estamos equivocados. ¿Crees
que el miedo es falta de Fe?
¿Por qué nos cuesta
tanto vivir sin miedo?
“Cuando sientes miedo es porque estás equivocado” es
una de las premisas del libro “Un Curso de Milagros”.
Se refiere a que cada vez que sentimos miedo es debido
a que estamos interpretando incorrectamente aquella
situación que nosotros pensamos que nos produce miedo.
Cuando conseguimos verla más allá de nuestras “historias
personales” podemos ver que no hay nada que en realidad
pueda afectarnos si nosotros no elegimos previamente
sentirnos afectados. Muy pocos son conscientes de ese
tipo de elecciones porque ocurren mayormente en
el ámbito de nuestro inconsciente. Cada vez que sentimos
miedo es porque hemos permitido que una parte de
nuestra consciencia olvide su identidad universal.
El miedo es ausencia de consciencia,
es pura ignorancia.
Nos cuesta tanto vivir
sin miedo porque
nos da miedo vivir
sin miedo.
¿Qué paradoja verdad?
El miedo es un circuito cerrado de pensamiento. Salir
de este circuito tan conocido por nosotros supondría un
vuelco entero a nuestro mundo, a nuestra forma de
ver y de sentir las cosas, y eso nos da miedo.
“Más vale malo conocido que bueno por conocer”, es
el estandarte de la gran mayoría de la humanidad.
Cuando tú dices “la vida no
piensa, no opina, la vida es”
¿qué nos quieres sugerir?
Que nosotros solemos hacer justo lo contrario. Somos
fruto de Algo que no opina ni juzga las
cosas como buenas o malas.
Sin embargo, nosotros hemos inventado una forma de
pensar y de ver las cosas moral y dual, que es opuesta a
la que la Vida tiene. Sabiendo esto y teniendo en cuenta
que somos producto de la Vida, entenderemos ahora el
por qué del dolor y del sufrimiento que
acarreamos durante tantos miles de años.
Sentimientos como la tristeza,
soledad, miedo, ocurren
cuando estamos desconectados
de la vida. ¿Qué haces con
ellos al sentirlos?¿Cuál es entonces
tu manera de conectarte a la vida?
La verdad es que a la hora de explicar a los demás como
conectar con la Vida, me doy cuenta de que en realidad a mí
todo esto se me escapa, está muy lejos de mi comprensión.
Lo único que sé es que vale la pena parar de huir y
empezar a sentir y vivir. El resto ocurre de forma natural.
Esto natural es lo que yo no alcanzo explicar con palabras
o conceptos porque responde a una Inteligencia
infinitamente superior. Todo tiende a la Vida, por lo tanto,
si paramos de huir de las situaciones de nuestra vida,
seremos arrastrados hacia la Vida de nuevo.
Simple, ¿verdad?. Tan simple como difícil.
Tú nos haces una pregunta muy liberadora:
“¿qué escondes tú ahí dentro, que
aún no has puesto en juego en tu vida?”.
Poner en juego implicaría riesgo,
y riesgo lleva al miedo.
Si lo que podemos manifestar es
“el ser”, es “la vida”,
la parte luminosa de nosotros,
¿por qué el miedo tiene
más peso y nos anula?
Por un lado porque no recordamos esa parte interna de
conciencia plena. Por el otro, la intuimos suficientemente
como para temerla. Intuimos, aunque sea muy inconscientemente,
que al despertar esa parte del Ser en plenitud, nuestra vida
dará un vuelco completo y que nunca volverá a ser lo que
era antes. De algún modo preferimos sufrir que despertar
nuestra paz, porque el sufrimiento lo conocemos, pero a la Paz no.
Cuando te refieres al amor que siente
mi vida por mí ¿te refieres a Dios?
¿Por qué no mencionas a Dios
(espiritual, no religioso), siendo
que la imagen que tienen las
personas de “la vida” es finita y vulnerable?
Cuando digo Dios, lo que digo está tan sumamente alejado
de la palabra Dios, que dejé de usarla. Al cabo de un tiempo,
y sin ser premeditado, me encontré en una conferencia
hablando sobre la Vida en términos de conciencia universal,
y vi que estaba nombrando a Dios con una palabra
desprovista de significados propiamente religiosos,
filosóficos o espirituales en general. Dios no responde
a religiones ni ideologías. Ni tan si quiera es espiritual.
Aunque, al fin y al cabo cuando se habla de lo Absoluto
no existen palabras ni conceptos que lo definan ni lo nombren.
¿Cuál crees que es la forma
en que las personas se
relacionan con un poder superior,
llámese Dios, Energía o Vida?
En realidad no hay “forma” de relacionarse con lo divino,
porque nosotros mismos somos una forma de Dios.
Dios es todo, por lo tanto no existe, en realidad, una
forma de relación con esa Conciencia Suprema, porque,
al ser Una, no existe nada con lo que poder relacionarse.
Sin embargo, cuando perdemos nuestra consciencia divina,
olvidamos esa unidad y empezamos a tratar de
restablecer esa conexión viendo a Dios como algo separado
de nosotros. Es ahí cuando nace el deseo y la necesidad
de ser felices y de vivir en paz, pero nunca
funciona bajo el prisma dual, humano.
El recuerdo de nuestra identidad divina siempre
viene de Dios hacia nosotros y no al revés. Lo interesante
de esto que digo no es saberlo ni comprenderlo, sino vivirlo.
Muchas de las personas que
leen nuestra revista buscan
respuestas a su dilema espiritual;
otras simplemente “buscan” alternativas
posibles que mejoren su vida.
Tú siempre dices que las respuestas
que buscamos están mucho
más cerca, dentro de nosotros…
Recuerdo cuando yo buscaba. Recuerdo esa sensación de “ahora
sí, ahora sí” o la de “esto sí, esto sí” o la de “esta chica sí que sí”.
Sin embargo, la búsqueda implica más búsqueda.
Es lógico que uno no pare de buscar mientras siga
sintiendo un vacío interior. Lo curioso es que buscamos
llenarnos desde fuera. La búsqueda termina cuando por fin
uno se abre a aprender a aceptarse a sí mismo completamente.
Si lo miramos de nuevo, desde los términos de la Vida,
veremos que la Vida se está dando todo el tiempo. En
cambio, cuando nosotros buscamos, lo que hacemos es
tratar de obtener aquello que creemos que, al
conseguirlo, nos hará sentir plenos (felices o en paz).
Esto es lo opuesto a lo que la Vida hace; dar es lo opuesto
a tratar de obtener. Por eso es que nuestra búsqueda
nunca nos sintoniza con la Vida y, al no sintonizar con
Ella, seguimos sintiéndonos vacíos, y por lo
tanto, necesitando buscar algo que nos llene.
Lo más curioso del buscador es culpar a aquello
que encuentra en su búsqueda, de no llenarle
suficientemente. Irónico, ¿verdad?. Yo lo hice
durante muchos años. Culpé a mis amigos, parejas,
trabajos, familiares y circunstancias, de no llenarme.
Les culpaba de tener que seguir buscando, cuando era
yo quien tenía pánico de encontrarme a mí mismo.
Fuente : www.sergitorres.com