Entrevista de Revista Verdemente:
“Tenemos miedo de
vivir nuestra vida”
(1ª parte)
En vez de “darnos a la vida”, la mayoría de nosotros
esperamos que sea la vida la que nos dé lo que creemos
necesitar para ser felices. Este podría ser el núcleo de lo qu
e Sergi Torres nos propone en esta entrevista. Que la Vida
en sí misma no contiene miedo, sino que el miedo surge
de la equivocada dualidad entre nosotros y la Vida.
Disfrutar del silencio y la soledad, paseando por el bosque
que hay cerca de su casa, es de las cosas que mejor le sientan
a Sergi Torres, cuando los encuentros y conferencias
le dejan algo de tiempo libre.
“No suele apetecerme relacionarme mucho. En este sentido
soy muy mal amigo y no demasiado social. Sin embargo, como
más disfruto seguramente es compartiendo con mi familia,
mi pareja Sara y nuestro hijo Arnau, de ocho años. Con ellos
disfruto de lo más simple, como puede ser hacerle la cena a
Arnau o acompañarle por la mañana al colegio o estar
envuelto en una manta con Sara viendo una película. Yo s
oy el encargado de hacer las palomitas”, nos cuenta al
consultarle sobre sus momentos de vida familiar.
Y a pesar de las pasiones deportivas que le despierta el Barça,
equipo al que sigue siempre que puede, el momento más
sentido y degustado por él llega cuando todos en la casa
se van a dormir: “cuando todos están acostados y yo me
quedo un par de horas más en pie”, confiesa. “Esas dos
horas de silencio, las agradezco mucho. Son un espacio
para disfrutar de nada y de todo, para desaparecer…”.
Desaparecer, y meditar un momento sobre los conceptos
con los que abrimos la entrevista: la vida, la fe y el miedo.
¿Qué es para
ti la Vida?
Hasta donde yo sé, todo es Vida, pero para ser consciente
de esto, debo parar de aferrarme a mi forma particular de
verla y de vivirla. Sólo cuando me abro a Ella, entonces
veo la esencia de todo lo que me rodea y ocurre
en “mi vida”. A esta esencia yo la llamo Vida.
¿Y la Fe?
La Fe es un sendero a recorrer que uno empieza a
ciegas, con coraje y una clara decisión de llegar a
descubrir lo que se encuentra al final de ese sendero.
El sendero de la Fe nos puede llevar a una gran sabiduría,
siempre y cuando no convirtamos la fe en un saco de
creencias o de ideologías que nosotros
queremos que sean ciertas sí o sí.
Cuando he sentido la verdadera Fe, reconozco que
lo primero que he sentido es mi ignorancia más absoluta.
Por eso dije que es un sendero que requiere coraje y una
clara decisión, porque si no, uno se para en este primer
paso y cae en la trampa de substituir la ignorancia por
una creencia que suele estar muy alejada
del destino del sendero de la Fe.
Durante mucho tiempo para mí, la Fe fue algo a lo que
debía agarrarme en momentos de dificultad. Era una
creencia optimista de que todo iba a salir bien, en lugar
de ser una oportunidad para hacer frente a mi
ignorancia de no saber cómo vivir ese conflicto.
Por ejemplo en una situación de despido laboral, tener
fe no consiste en creer que uno va a encontrar trabajo
pronto, sino más bien, no tener miedo de
vivir esa experiencia de vida tal y como es.
¿Y el Miedo?
Cada vez se me hace más difícil expresar lo que para mí
es el miedo, porque mi visión del miedo cada vez es más
simple, y lo simple no tiene sentido explicarlo, sino vivirlo.
En realidad el miedo no es nada en sí mismo. Es, más
bien, la consecuencia o el efecto de haber decidido olvidar
algo que es básico para poder vivir una vida sin miedo:
saber quién soy, cual es mi origen y dónde estoy ahora.
Cuando uno no recuerda estas tres cosas, que en
realidad son la misma, empieza a sentir un vacío
de certeza. A este vacío yo lo llamo miedo.
¿Crees que el miedo lo produce
la profunda transformación
que buscamos y no conseguimos,
o está en la raíz de todo?
El miedo es la raíz de nuestro mundo: de nuestra forma de
relacionarnos, de nuestra forma de amar, de nuestra forma
de vivir en general. Sin embargo, la Vida en sí misma no
contiene miedo. Ese contraste genera mucho dolor. De
ahí que tratemos de evitar todo lo que ponga en
evidencia a nuestro miedo, porque también
pone en evidencia a nuestro dolor.
Cuando iniciamos un proceso de transformación que
nos va a llevar de estar desconectados de la Vida a
conectar de nuevo con ella, el miedo emerge para ser
limpiado o llenado de Vida. No es la transformación la
que produce miedo, sino que lo hace consciente. La
verdadera transformación evidencia el miedo que
tenemos a soltar nuestra forma de vivir, para que, en
última instancia podamos ver que
ese miedo no es nada en realidad.
Si en verdad tenemos miedo
de vivir nuestra vida,
¿qué tipo de vida hemos
vivido hasta ahora?.
O dicho de otra forma,
¿qué patrones de
conducta nos han
ayudado a sobrevivir
en una vida con miedo?
Patrones basados en la irresponsabilidad. Dicho de otra
forma, patrones basados en el “no querer” asumir nuestro
propio miedo y dolor. Eso nos ha llevado a tener que hacer
responsables a los demás y a nuestra vida de lo que
a nosotros nos ocurre, o de lo que nosotros pensamos, o
incluso sentimos. A su vez, eso nos ha llevado a un tipo
de comportamiento totalmente incoherente: querer
ser felices sin estar dispuestos a asumir la responsabilidad
de nuestros propios obstáculos a la felicidad.
Propones “honrar la vida” y
no intentar cambiarla,
que es lo que hacemos
todo el tiempo.
¿A qué se debe esa “no aceptación”
con la que vivimos?
Se debe a no ser conscientes de que nosotros somos Vida
y de que lo que ocurre en nuestra vida es efecto de nuestra
forma de pensar (creencias, personalidad, etc).
Cuando olvidamos que somos Vida, surge una sensación
de disociación, es decir, que nos vemos separados de
la Vida. Por eso creemos que nosotros “vivimos”
nuestra vida en lugar de ver que nosotros “somos” la Vida.
Cuando uno honra a la Vida, es lo mismo que honrar
a su vida y eso es lo mismo que honrarse a sí mismo.
Cuando uno hace lo contrario, rechazar la Vida, sin darse
uno cuenta se está rechazando a sí mismo. Por eso,
rechazar un acontecimiento o a una persona duele tanto,
porque es a nosotros a quien rechazamos en realidad.
En tus conferencias parece que
partes de ciertos supuestos:
que no disfrutamos de la vida
sino que le tememos.
Que no aceptamos al
otro sino en la parte
que conecta con nuestra
bondad. ¿Es esto así?
La palabra “disfrutar” proviene etimológicamente de “disfructus”,
y viene a significar algo así como sacar el fruto o dar fruto.
Visto desde este prisma, la gran mayoría no solemos darnos
a la vida, sino que más bien esperamos a que sea la vida la
que nos dé aquello que nosotros creemos que necesitamos para ser felices.
Esto es así debido a la percepción separada que tenemos
de las cosas. Es decir, percibimos lo que nos rodea como
algo ajeno a nosotros. Incluso a nuestra vida la vemos
como algo que ocurre sin que nosotros tengamos
mucho que ver en ella. Al no tener despierta la percepción
unitaria, creemos que la vida puede llevarnos a
vivir algo desagradable o temeroso.
Por lo que se refiere a los demás, ocurre lo mismo.
Al no tener despierta la percepción de unidad, percibimos
a los demás como si fueran ajenos a nosotros. Así que,
cuando tratamos de relacionarnos con ellos, no somos
conscientes de que en realidad nos estamos relacionando
con nosotros mismos. Cuando abrimos nuestro corazón, la
conciencia de unidad se puede abrir también y ofrecernos
así una perspectiva completamente distinta.
Ahí es donde reside el Amor sin condiciones. Toda experiencia
nacida del corazón nos une, porque nos lleva a ver más allá
de nuestras percepciones humanas, basadas
en la comparación, la diferencia, etc.
Fuente: www.sergitorres.com