¿ Qué vas a ser
de mayor ?
Los padres del siglo XXI en muchos aspectos nos vemos
sometidos a la conocida ley del péndulo, según la que
tratamos de compensar en la educación que ofrecemos
aquello que nos hizo pasar malos ratos en nuestra infancia
y adolescencia. Algo que a muchos nos tocó sufrir, en
mayor o menor medida, fue esa insistente preocupación
por nuestro futuro profesional.
La promesa universitaria en aquellos momentos supuso
para muchas familias una esperanza de ascenso social y un
seguro del porvenir económico. Muchos, indecisos por el peso
de esa gran decisión, acabaron adoptando proyectos hechos a la
medida de los sueños y anhelos de sus progenitores.
Otros, recibieron herencias gremiales sistémicas, con su
carga de deuda con la familia. Sin duda, el mayor drama
fue para aquel que, aún teniendo un sueño propio, tuvo
que renunciar a él por tratar de ser validado familiarmente.
Historias del pasado que dejan un poso más o menos
consciente de un resentimiento no elaborado.
El péndulo nos lleva en estos momentos a sentir que no
es bueno presionar a los niños, y atosigarles con la
típica pregunta de “qué vas a ser de mayor”.
Pensamos que es mejor que disfruten plenamente de su
ahora, y que ya llegará el tiempo en el que se abran camino
en la vida, fluyendo con ella y decidiendo entonces
lo que en verdad quieran llegar a ser.
Huérfanos de sentido
Se asiste, sin embargo, a un fenómeno
social hasta ahora desconocido.
Se van acumulando generaciones de jóvenes que en
los últimos años acaban su ciclo formativo sin haber
encontrado más vocación que la de disfrutar del
presente. Jóvenes huérfanos de un proyecto vital
que organice y de sentido a sus vidas.
Cualquier trabajo sirve si da el dinero suficiente para
disfrutar de la vida. Cualquier trabajo sirve entonces a la
mayor de las pobrezas: la espiritual, avocados a destinar
tiempo de vida a actividades sin alma.
Precisamente, lo que tratábamos de evitar.
¿Qué tipo de empuje necesitan
los niños y jóvenes, entonces?
Es posible que haciendo lo mejor que sabíamos, quizás
hayamos errado tanto como nuestros padres…,
pero de nada sirve estancarse en la culpa.
¿Aún es posible hacer algo? ¿Cuál sería la postura
más consciente a la hora de acompañar a las siguientes
generaciones hacia el encuentro de su Propósito y Vocación?
Comenzamos indagando en cómo hemos
tratado las ilusiones de los más pequeños.
Con su fantasía, los más pequeños se imaginan de forma
espontánea de mayores, y les encanta jugar a adoptar roles.
Policías, bomberos, superhéroes… Algunas fantasías
imposibles, y otras a las que seguramente no
concedamos demasiada credibilidad.
Sin embargo, el hecho de que seguramente estas
fantasías cambien de forma con el tiempo, no les quita valor.
Podemos pensar que bastante hacemos con no
empujarles a que deseen alcanzar posiciones de prestigio
social o a “ser ricos” sin más, pero posiblemente no acojamos
con gran ilusión el que quieran manejar un tractor o un camión.
Hacer felices a los demás
nos hace felices
Sin embargo, los niños necesitan sentir nuestro
entusiasmo y aprobación incondicional de
cualquiera de sus sueños y proyectos.
En realidad, lo mejor que podemos hacer es animarles
a que se imaginen ofreciendo su servicio a la sociedad,
sintiéndose pertenecientes de pleno derecho.
Podemos jugar con ellos a soñar, animándoles a
que se imaginen, en su fantasía infantil: ¿A quién benefician?,
¿pueden comenzar a sentir el gozo de sentirse útiles en su juego?
En realidad, lo de menos es la profesión escogida.
Si fantasean con ser príncipes o princesas, la pregunta es:
¿Cómo tratan a los demás seres humanos?
¿Son felices haciéndoles más felices?
Desde un enfoque transpersonal, la educación nos
lleva a revisarnos profundamente tarde o temprano.
¿Qué relación tenemos con nuestro trabajo? ¿Sienten
nuestros hijos que nos hace felices trabajar? ¿Cómo
nos escuchan hablar de nuestros clientes?
Revisamos entonces nuestra vocación de servicio.
Puede que entonces decidamos asumir riesgos y ofrecer
un verdadero ejemplo con un salto profesional. Recuperando
nuestros sueños o encontrándolos y haciéndonos
responsables de ellos, señalamos a los niños la
importancia de valorar sus propios sueños.
El “si yo tuviera tu edad”… casi
nunca llega realmente al corazón.
Consciencia y heartfulness
Si nuestro camino no nos lleva a dar ese salto (al menos
de momento)… ¿Podemos asumir el ser más conscientes
del servicio que realizamos, y hacer nuestro ese
proyecto que a menudo hemos sentido ajeno?
Consciencia y heartfulness son los dos grandes antídotos
a la queja laboral en la que tantos viven instalados,
desperdiciando tanto tiempo árido en desear estar en otro lugar.
Hemos eliminado en gran medida el tradicional mandato del
“esfuerzo” en el trabajo –y en la vida–, pero por otro lado
no transmitimos entusiasmo en nuestra propia labor.
No es de extrañar que el resultado final sea la actual
apatía juvenil hacia el mundo de la formación y del trabajo.
Nos damos cuenta de que el nuevo mensaje a transmitir
es que no nos da igual que no tengan su propio proyecto.
Seamos conscientes de que les estamos pidiendo un
nivel de responsabilidad aún mayor del que posiblemente
tuvimos, y que puede ser molesto soportar la indecisión.
Sin embargo, si transmitimos con entusiasmo que el que
tiene un proyecto vital en su corazón, en verdad tiene un
tesoro, el legado que estaremos dejando no tendrá precio.
Sin un proyecto vital que le interconecte con la sociedad,
el individuo se apaga y se autoconsume en un
hedonismo desorientado y egocéntrico.
Es un gran error considerar que este proyecto vital tan
solo genera falsas expectativas, y nos coloca en una
anticipación que nos separa del ahora.
Cuando nos permitimos soñar con un buen futuro, y nos
llenamos de fe y confianza en él, estamos enfocando
nuestra atención. En una mente dispersa y desorientada,
nos asaltan de forma automática temores y preocupaciones
en una espiral que nos desconecta y nos
llena de una ansiedad paralizadora.
Sin duda, es mejor elegir un enfoque de atención en
el futuro a que nuestra amígdala lo elija por nosotros.
Una vez fijada la meta, podemos disfrutar aún
más de cada paso del camino.
Cada paso que nos acerca a cumplir nuestro proyecto
vital es tanto o más valioso que verlo realizado.
En el camino surgirán obstáculos, frustraciones…,
y posiblemente forma parte del aprendizaje el soltar las
anticipaciones y aprender a fluir con lo que se va dando.
En cualquier caso, el camino se habrá llenado de significado
y desarrollo personal, este es el gran regalo y tesoro.
De nuevo, volvemos a preguntar con interés:
“¿Qué vas a ser de mayor?”.
Y quizás, por primera vez, lo hacemos sin
creer tener respuestas correctas.
Fuente: blog.escuelatranspersonal.com