Las rabietas de los niños
no son lo que parecen:
cómo gestionarlas
( 2ª parte )
Los niños necesitan de nuestra
atención y presencia diaria.
¿Cuántas horas o minutos reales al día
estamos presentes y conectados con ellos?
No me refiero a compartiendo el mismo
espacio cada uno haciendo lo suyo.
Me refiero a estar con nuestro corazón y mente con y
para ellos, sin móviles, sin tareas, sin pensar…
Simplemente estando, compartiendo, escuchando,
mirando… Muchas veces piden cositas materiales o dulces
como pedidos desplazados de atención. Se sienten
vacíos, emocionalmente hablando, y necesitan llenarse.
Necesitan ser queridos incondicionalmente y no por cómo
se comportan o por lo mucho que aprenden.
Necesitan ser mirados, escuchados y tenidos en cuenta.
Necesitan poder tomar algunas decisiones sobre sus
propios gustos, preferencias e intereses.
Necesitan poder ir a su ritmo. Necesitan poder
equivocarse para darse cuenta y poder aprender.
Necesitan no ser juzgados ni criticados.
Necesitan ser aceptados por quienes ya son, y no
por quienes esperamos y deseamos que sean.
Necesitan sentirse respetados y dignos de nuestro amor.
No son diferentes de los adultos, simplemente son más
jóvenes pero seres humanos con las mismas
necesidades que nosotros, los adultos.
Nosotros de niños necesitábamos
lo mismo pero se nos olvidó.
Y muchos no lo tuvimos, quizás por esta razón nos
es tan difícil el poder darlo ahora de adultos.
Es tremendamente difícil dar lo que no se tuvo. No
tenemos ningún registro emocional o modelo a seguir.
Solemos hacerles a los niños lo mismo que nos hicieron.
Ayudémosles a llegar a ser quienes han venido a ser.
Hagamos todo lo posible para llegar a ser la mamá
o el papá que ellos necesitan que seamos.
La infancia es la etapa más corta de la vida de un individuo
y es la que queremos que pase más rápido. Y paradójicamente
toda nuestra vida va a depender de cómo hemos vivido
esos primeros años de amparo o desamparo.
¿Por qué nos cuesta permitir que los niños
sean niños cuando realmente lo son?
Un niño de 2 años, 5 años o 9 años sólo puede ser un
niño de 2 años, 5 años o 9 años durante 1 año
de su vida. Nunca más lo volverá a ser.
La infancia es la etapa más importante de un ser
humano. Todo nuestro carácter, personalidad, características,
habilidades, cualidades, pasiones, talentos, principios y
creencias dependen de la infancia que hemos vivido.
Es cuando los niños hacen todas las conexiones neuronales
necesarias para su futuro aprendizaje. Es cuando entienden
cómo funciona el mundo. Es cuando se forja su autoestima,
seguridad, empatía e identidad. Es cuando aprenden los
valores de los adultos que les rodean. Es cuando se conectan
o desconectan de su mundo emocional. Es cuando pueden
conectar con su ser esencial o no para luego poder tomar
sus propias decisiones. Es cuando más dependen de
nosotros y de nuestro amor incondicional.
Nos necesitan ahora, hoy, en este preciso instante. Hay
una frase que me gusta mucho: “Mamá, mamá… quiéreme
cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite…”.
Dicho todo esto y viendo un poco más la realidad emocional
de los niños, yo me pregunto cómo no van a tener reacciones
emocionales explosivas de vez en cuando con lo
que están teniendo que soportar y vivir.
Dicho así podría parecer que estoy exagerando,
¿verdad?
Muchas veces no vemos el escenario completo, sólo
vemos que ha perdido el control por qué quería esto o lo
otro y pensamos que ese juguete o esa golosina
es el motivo o el causante de una rabieta.
La verdad es que hay mucho más en juego pero no nos
paramos a verlo ni somos conscientes de ello. Los
caprichos y las rabietas simplemente son las experiencias
que ellos utilizan para podar dar expresión a su malestar interno.
El juguete o golosina simplemente son lo que necesitan
para descargar todo lo demás. Cuando un niño se descontrola
tanto cuando le decimos “no” a algo no es sólo por ese “no”
sino por todos los “noes” que lleva escuchando hace tiempo.
Me explico, al negarle algo a un niño pequeño él lo vive
como una negativa a su pulsión vital, a sus deseos, a su vida,
a su ser y a su persona. Y en ocasiones no puede soportarlo.
¿Qué podemos hacer entonces?
No les vamos a dar todo lo que quieren,
¿verdad?
Por supuesto que no, pensaréis algunos. Si a un niño le
hablamos, le explicamos, le escuchamos, le entendemos,
le aceptamos tal y como es sin resistirnos a él, desde que
es pequeño, le será más fácil entender que algo no
puede ser o no lo puede tener. No es lo mismo informar de
un límite y validar sus emociones que limitar arbitrariamente.
Tampoco es cuestión de que seamos nosotros quienes
tenemos todo el control o que lo tengan ellos. Se trata de no
hacerles tantas cosas “a” los niños y de hacer más cosas
“con” ellos. Hablarles, explicarles, validar sus emociones
y nombrar nuestras necesidades e intentar satisfacer
las suyas en la medida de lo posible.
Necesitan que seamos más cómplices y menos rivales.
Hay mucha desconexión emocional y falta de comunicación
entre padres e hijos hoy en día y mucha lucha de poder.
Eso en ocasiones es la causa real de muchas rabietas.
Fuente: Ivonne Laborra