LA ANSIEDAD
DE NUESTRA ERA
Y CÓMO VIVIR
EL PRESENTE
La industria farmacéutica ve crecer sus ganancias cada vez
más con la venta de medicamentos psiquiátricos. Esto no es
casualidad, nuestro estilo de vida resulta enloquecedor y
depresivo, pero no es sólo eso. La ansiedad
encuentra explicaciones más profundas.
Nuestros antepasados desarrollaron este mecanismo para
enfrentar las situaciones de riesgo y estar preparados para
confrontarlas. Estas situaciones se han multiplicado en cierto
sentido, pues hay amenazas que, si bien no podrían matarnos,
nos ponen en peligro de manera simbólica
alertando a nuestro sistema.
Para el filósofo y escritor británico Alan Watts, la raíz
de la ansiedad diaria y de todas nuestras frustraciones
está en nuestra tendencia a vivir siempre a futuro,
pese a que éste es una simple abstracción.
Si para disfrutar de un presente generoso debemos
tener la garantía de un futuro feliz estamos ahogándonos
en un vaso de agua. No existe tal garantía. Las mejores
predicciones son cosa de probabilidad, no de certeza,
lo único de lo que podríamos estar seguros es que todos
sufriremos y que, en algún momento, moriremos.
Si no podemos vivir felizmente sin un futuro asegurado
no estamos preparados para habitar un mundo en que,
pese a una gran planeación, los accidentes
suceden y al final llegará la muerte.
Parecemos estar negados a habitar
el presente. Watts continúa:
La “conciencia primaria”, la mente básica que percibe la
realidad antes que las ideas sobre ella, no sabe del futuro.
Vive por completo en el presente y no percibe
nada más que lo que es en ese momento.
De cualquier manera, el ingenioso cerebro mira en esa
parte del cerebro llamada memoria y luego de estudiarla
es capaz de hacer predicciones. Estas predicciones
son tan relativamente precisas y confiables que el futuro
adquiere un alto grado de realismo, tan alto
que el presente pierde su valor.
Pero el futuro aún no está aquí y no puede llegar a ser
parte de la experiencia ya vivida hasta que sea presente.
Eso que conocemos como el futuro está hecho únicamente
con elementos lógicos y abstractos –como inferencias,
suposiciones y deducciones– no puede ser saboreado, olido,
escuchado, oído, sentido, es decir, no puede ser disfrutado.
Perseguirlo es perseguir a un fantasma en constante retirada;
no importa qué tan rápido corras, siempre te llevará ventaja.
Por eso todos los asuntos de nuestra civilización son
apresurados, por eso casi nadie disfruta lo que tiene, y
permanece buscando más y más. La felicidad consistiría
entonces, no en realidades sólidas y sustanciales, sino
en promesas, esperanzas y garantías
abstractas y superficiales.
De acuerdo con Watts, nuestra renuncia completa al cuerpo
y el endiosamiento de nuestra mente es la primera
forma en que renunciamos a vivir el presente.
Pasamos toda la experiencia a través de la mente, evaluamos,
juzgamos, medimos y calculamos para generar esa
compleja maraña de juicios, prejuicios, miedos y
metaexperiencias sobre la experiencia misma.
Watts escribió más de medio siglo antes de nuestra era,
llena de computadoras y pantallas táctiles:
El sesudo moderno no ama la materia sino las
medidas, no la solidez sino la superficie. [...]
Los trabajadores que habitan una ciudad moderna son
personas que viven dentro de una máquina que los
golpeará con sus ruedas. Gastan sus días en actividades
que, a grandes rasgos, se reducen a contar y medir, viven
en un mundo de abstracciones racionales con poca o
ninguna relación o armonía respecto a los
grandes procesos y ritmos biológicos.
De hecho, las actividades de este tipo ahora pueden ser
hechas de manera mucho más eficaz por las máquinas que
por el ser humano –tanto así que en no mucho tiempo, el
cerebro humano será un mecanismo obsoleto para el
cálculo lógico. La computadora humana está siendo
ampliamente desplazada por computadoras mecánicas
y eléctricas de mucha mayor capacidad y velocidad. Si,
entonces, el principal valor y logro del humano es su cerebro
y su capacidad de cálculo, se volverá una comodidad
invendible en la era en que la operación mecánica del
razonamiento pueda ser hecha eficientemente por máquinas. […]
Si seguimos viviendo para el futuro y hacemos que el
cerebro trabaje desde la predicción mental y el cálculo, el
hombre deberá, eventualmente, convertirse en el
apéndice parasitario de un mecanismo de reloj.
Por supuesto que con lo anterior, Watts no trata de
descartar a la mente como si fuera una facultad
fundamentalmente dañina para nosotros. Al contrario,
la sabiduría del inconsciente siempre puede ayudar a
tareas simples y complejas, asociaciones creativas
e inventiva práctica. Nuestra mente siempre será
nuestra aliada si no tratamos de controlarla:
Cuando trabaja correctamente, el cerebro es
la forma más alta de sabiduría instintiva.
Así, funciona lo mismo para que las palomas sepan el
camino de regreso a casa o un feto se forme dentro
de la matriz, sin siquiera tener que verbalizar
el proceso para saber cómo sucede.
El cerebro autoconsciente, como el corazón autoconsciente,
es un desorden y se manifiesta en el intenso sentimiento de
la separación entre un “Yo” y la experiencia. El cerebro
sólo puede continuar con su comportamiento adecuado
cuando la conciencia hace aquello para lo que está diseñada:
no retorcerse y escapar de la experiencia del
presente sino estar consciente de ella sin esfuerzo.
La existencia es una transformación constante, un flujo
imparable, un devenir sin fin. Y aún así sufrimos por
escapar y retorcernos ante la noción de que sólo el
presente existe y nuestro “Yo” no es estático, es
mutable y puede fluir con el resto del mundo.
Nos aferramos a la garantía del futuro, un lugar en
donde proyectar, medir y evaluar nuestra experiencia
previa respecto a nuestras expectativas o ideales.
Watts dice:
Hay una contradicción en querer estar perfectamente
seguro en un universo cuya naturaleza
es la momentaneidad y la fluidez.
Pero la contradicción se encuentra más profundamente
que en el simple conflicto entre el deseo
de seguridad y el hecho del cambio.
Si busco estar seguro, esto es, protegido del flujo de la
vida, quiero estar separado de la vida. Con todo, es
esta sensación de estar separado lo que me hace sentir inseguro.
Estar seguro significa aislarse y fortificar al “Yo”, lo
que me hace sentir solitario y con miedo. En otras
palabras, mientras más seguridad consiga,
más seguridad querré.
Para decirlo más ampliamente: el deseo de estar
seguro y el sentimiento de inseguridad son la misma
cosa. Retener el aliento es perder el aliento. Una sociedad
basada en la búsqueda de la seguridad no es sino una
competencia por dejar de respirar, en la que todos están
tensos como un tambor y púrpuras como betabel.
Incluso se muestra sagaz en lo que a
superación personal se refiere:
Sólo puedo pensar seriamente en intentar vivir bajo
el ideal de mejorarme si me divido en dos partes.
Debe haber un “Yo” bueno
que mejorará al “Yo” malo.
El “Yo” bueno, con la mejor de las intenciones,
tendrá que trabajar en el desobediente “Yo” malo y
el forcejeo entre ambos terminará tensando
aún más la diferencia entre ambos.
Consecuentemente, el “Yo” bueno se sentirá más
separado que nunca y esto sólo incrementará la soledad
y el sentimiento de desarraigo que hace
que el “Yo” malo se comporte así.
Watts publicó desde 1950:
La felicidad, entonces, no radica en mejorar nuestra
experiencia o confrontarla y ya, se trata de la habilidad
para permanecer feliz en el presente
de la manera más completa posible:
Para enfrentar la inseguridad
no debes comprenderla.
Para comprenderla no debes
enfrentártele, sino ser ella.
Es como el cuento persa del sabio que fue a las puertas
del cielo y tocó. Desde dentro, Dios preguntó “¿Quién esta
ahí?” y el sabio respondió “Yo”. “En esta casa”, respondió
la voz, “no hay lugar para yo y para mí”. Así que el sabio
se fue lejos y pasó muchos años meditando sobre
aquella respuesta. Regresó a las puertas y la voz hizo
la misma pregunta y de nuevo el sabio respondió
“Soy Yo”. La puerta permaneció cerrada. Después de
algunos años, el sabio volvió a la puerta y luego de
tocar resonó de nuevo la voz “¿Quién está ahí?”
y el sabio lloró “Soy tú mismo”. La puerta se abrió.
El "Yo" sólido e inamovible no existe. La psicología lo
llama la autoilusión del ser. Sólo confrontando este
hecho podremos obtener calma, una especie de
seguridad. Es tan difícil hacerlo, en el acto mismo
de darse cuenta de ello un “yo mismo” se da cuenta.
Watts ilustra de manera hermosa esta paradoja:
¿Mientras miras esta experiencia presente, estás
al tanto de alguien que la está viendo? ¿Puedes
encontrar, añadido a la experiencia por sí misma,
a alguien que la experimenta? ¿Puedes, al mismo
tiempo, leer esta frase y pensar en ti mismo leyéndola?
Descubrirás que, para poder pensar en ti mismo
leyéndola, debes detener por un segundo tu lectura.
La primera experiencia es leer. La segunda
experiencia es el pensamiento: “Estoy leyendo”.
¿Puedes encontrar a un pensador que concibe el
pensamiento “estoy leyendo”? En otras palabras,
cuando la experiencia del presente es el pensamiento
mismo: “estoy leyendo” ¿puedes pensar en
ti mismo pensando este pensamiento? […]
Una vez más, debes dejar de pensar sólo “estoy leyendo".
Pasas a una tercera experiencia que es el pensamiento
“pienso que estoy leyendo”. No permitas que la rapidez
con la que estos pensamientos pueden cambiar te engañe
y te haga creer que los estás pensando
todos al mismo tiempo. […]
En cada experiencia presente sólo estabas consciente
de esa experiencia misma. Nunca se está consciente de
estar consciente de una experiencia. Nunca has
podido separar al pensador del pensamiento, al
conocedor del conocimiento. Todo lo que has iniciado
siempre fueron nuevos pensamientos, nuevas experiencias.
Según Watts, estar encadenados a nuestra memoria y
la retorcida relación que tenemos con el tiempo
nos impiden vivir en plena conciencia de todo:
La noción de un pensador separado de un “Yo”,
diferente a la experiencia viene de la memoria y
la velocidad con la que los pensamientos pueden cambiar.
Es como hacer girar un palo en llamas para dar la
ilusión de un círculo de fuego continuo. Si imaginas que
la memoria es un conocimiento directo del pasado en
lugar de una experiencia presente, tendrás la ilusión
de estar conociendo el pasado y el presente al mismo tiempo.
Esto sugiere que hay algo distinto en ti desde ambas
experiencias, pasadas y presentes. Razonas: “Conozco
esta experiencia presente y es distinta a aquella
experiencia pasada. Si puedo comparar ambas y
darme cuenta que la experiencia ha cambiado,
Yo debo ser algo constante y apartado".
De hecho, no puedes comparar esta experiencia
presente con la experiencia pasada.
Sólo puedes compararla con un recuerdo
que es parte de la experiencia presente.
Cuando ves con claridad que los recuerdos, es
decir, la memoria, son parte de las experiencias
presentes, se vuelve obvio que intentar separarlas
de la experiencia presente es tan
imposible como intentar morder tus dientes.
Comprender esto es darse cuenta que la vida es
enteramente momentánea, que no hay ni
permanencia ni seguridad y que
no hay “Yo” que podamos proteger.
Y ahí yace el punto crucial de nuestra lucha:
La verdadera razón por la que la vida humana
puede llegar a ser tan exasperante y frustrante no es
porque haya hechos llamados muerte, dolor, miedo o hambre.
La locura del asunto es que, cuando dichos hechos
se hacen presentes, nosotros los rodeamos, nos agitamos,
nos retorcemos, tratamos de escapar y alejar nuestro
“Yo” de la experiencia. Pretendemos ser amibas e
intentamos protegernos de la vida dividiéndonos en dos.
La salud mental, integridad e integración con el mundo
radican en darse cuenta de que no estamos divididos,
de que el individuo y la experiencia son la misma cosa
y que no hay “Yo” o mente que se pueda encontrar.
Para entender la música debes escucharla, mientras
sigas pensando “estoy escuchando música”
no podrás escuchar en verdad.
Fuente: pijamasurf.com