Cabeza,
corazón
y manos…
" No puedes transmitir sabiduría y conocimientos a otra persona.
La semilla ya está allí. Un buen profesor toca la
semilla permitiendo que ésta despierte, germine y crezca”
Thich Nhat Hanh
En el sistema educativo moderno la mente lo es todo. El corazón
tiene un papel muy secundario y las manos no tienen papel alguno.
Las personas acaban estando muy cualificadas, lo que no
implica necesariamente que sean educadas. Podemos tener
una licenciatura, un master o un doctorado, aunque no
sepamos absolutamente nada sobre cómo gestionar las
emociones o cómo utilizar nuestras manos para crear objetos.
Nuestros niños conocen los logos de todas las marcas
multinacionales pero no saben distinguir un pino de una
encina, el trigo de la cebada o el tomillo del romero.
Sin embargo, las comunidades indígenas, los campesinos y
ganaderos, los pueblos nómadas y los que viven en la selva
–que tienen profundos conocimientos sobre medicina, artesanía,
comportamiento animal y cambio de estaciones- son
considerados salvajes analfabetos porque no saben leer o escribir.
La educación convencional se ha centrado en la instrucción,
es decir, enseñar lectura, escritura y aritmética. Su objetivo no
es educar personas equilibradas y felices sino instruir a los
alumnos y alumnas para competir en un mundo mercantilista.
Esto ya no es suficiente. No es una educación equilibrada.
Pone énfasis solo en el conocimiento intelectual, pero no
somos solo cabeza y cerebro. Somos nuestro cuerpo
entero y la educación debe dirigirse a toda la persona.
Debemos educar equilibradamente la cabeza,
el corazón y las manos.
Es decir, para tener un desarrollo sano necesitamos,
además de una educación intelectual, una educación
emocional y el cultivo de las habilidades manuales.
La cabeza supone el aprendizaje intelectual y académico,
basado en el conocimiento y la información. Lo que más le
gusta al cerebro humano es saber qué hay detrás de los
fenómenos y hacer conexiones, para ello debe estimularse
adecuadamente el interés y la curiosidad a su debido tiempo.
La forma más eficaz para que un ser humano pueda
desarrollar todo su potencial, incluido el intelectual, consiste
en respetar las etapas evolutivas. Cuando se saltan etapas
se cierran puertas del alma y se pierden posibilidades como ser humano.
Utilizar exclusivamente la mente racional supone una
forma limitada de pensamiento. Tenemos 2 hemisferios
cerebrales y si vivimos solo la parte racional sin apertura
de la parte intuitiva, seremos seres incompletos.
En la Educación, más que la acumulación de información,
lo importante es aprender a aprender.
Si limitamos el aprendizaje a un adoctrinamiento aburrido y
mecánico, a que los alumnos sepan algo con sus mentes,
pero no lo experimentan ni lo practican, su cabeza no será
más que un pesado almacén de información.
Las escuelas ya no requieren que los maestros transmitan
conocimiento sino que trabajen en equipo para que sean los
alumnos quienes lo generen y relacionen con la supervisión adecuada.
El aula es un laboratorio de aprendizaje donde alumnos y
profesores aprenden unos de otros a través del
desarrollo de la curiosidad, la creatividad y la experimentación.
El corazón es la puerta a la Conciencia, el conocimiento
más profundo de la realidad, la esencia de nuestra verdadera
naturaleza, la última fuente de nuestra identidad…
La Conciencia no es una pieza más del rompecabezas educativo,
no es una parte más a incorporar, es la base y
el fin de todo el proceso educativo.
Es la esencia de lo que somos y la principal
característica de la Educación Holística.
El corazón tiene que ver con el mundo interior.
Saber quién soy o la forma de gestionar nuestros sentimientos
es tan importante como la lengua catalana o castellana,
las matemáticas, la historia o la ciencia.
Lo sabemos todo sobre Ramón Llull, Cervantes, Descartes
y Darwin pero no sabemos respetarnos los unos a los otros,
no sabemos ser compasivos con los que sufren enfermedades
o desgracias, no sabemos cómo estar agradecidos por los
regalos que nos da la vida y que recibimos todos los días y
no sabemos cuidar la tierra, los animales, los bosques y las personas.
Necesitamos entrenar nuestro corazón para sentir compasión,
amor y generosidad. Para aprender a manejar la tristeza,
las pérdidas y otros sentimientos difíciles que tenemos que
afrontar en nuestra vida. Todo ello debe formar parte de la educación.
La educación del corazón, la educación emocional,
debe entrar en el sistema educativo.
La llave de nuestra vida son las relaciones del día a día,
y ni los colegios ni las universidades prestan
atención a este aspecto tan importante.
¿Si el corazón no está "educado", cómo
vamos a gestionar las relaciones?
¿Cómo van a afrontar nuestros hijos
las dificultades de la vida?
Lo mismo sucede con las manos. En la mayoría de los
casos, nuestros sistema educativo priva a nuestros
hijos e hijas de las habilidades manuales.
Los colegios y las universidades producen alumnos sin
capacidad para usar sus manos. Ignoran algo fundamental:
la imaginación coordinada con las manos puede transformar la materia.
Nuestros hijos no saben cómo construir una casa, cómo
cocinar, cómo cuidar un huerto, cómo hacerse ropa,
cómo construir o reparar una silla.
En las escuelas el trabajo manual no es importante, no
construyen ni fabrican nada porque nuestro sistema
económico parte del prejuicio de que este tipo de
actividades las harán trabajadores de otros países
como actualmente sucede con China o Marruecos.
Y que ellos deben esforzarse únicamente para conseguir
un puesto de trabajo en una oficina, ganar dinero y alimentar
el consumismo. Esto es una receta para el desastre.
Si aspiramos a la autorrealización, debemos dejar de ser
consumidores y pasar a ser artistas de nuestra propia vida.
Ampliar nuestros modos de conocimiento y ser también
hacedores, constructores y personas creativas y autosuficientes.
El aprendizaje no es un ejercicio académico, requiere
experimentación y práctica. Y la práctica no significa adquirir
meramente las técnicas y habilidades que nos permitan
conseguir un trabajo y ganar dinero. Practicar implica vivir la
vida cotidiana según los eternos principios
de armonía, humildad y amor.
La educación, pues, debería ser un entrenamiento de la
mente, las manos y el corazón, debería consistir en
desarrollar la capacidad de pensar, de sentir y de hacer.
Aprender a leer, escribir y aritmética es estupendo,
pero ahí no acaba la historia.
La educación es descubrir lo que somos
para llegar a ser nuestro verdadero “yo”.
Lo que necesitamos es una revolución en la educación.
Tenemos que ir más allá y crear una educación para la
cabeza, el corazón y las manos. No es una revolución muy
difícil, solo tenemos que cambiar el corazón y estaremos
yendo hacia el bienestar de las personas, de las
comunidades, de las naciones y del planeta Tierra.
Fuente: Educación Holística