¿PARA QUÉ SOÑAMOS?
(1ª parte)
Debes ver este mundo como algo pasajero,
como una estrella en la mañana, una burbuja en un arroyo,
un relámpago o una nube de verano,
un destello parpadeante, un espectro, un sueño.
Sutra Diamante
El estado R.E.M en el que se presentan sueños vívidos es un misterio
para la ciencia. Dormir es biológicamente necesario y cumple con una
función más o menos obvia, pero soñar es distinto; en primera instancia
no tiene una explicación evolucionista muy clara. Es un tanto extraño, ¿por
qué los seres humanos y algunos animales cuando duermen experimentan
realidades alternas, todas las noche su cerebro se convierte en un proyector
holográfico de películas con una narrativa ilógica?
Algunos científicos simplemente sugieren que los sueños son caóticos
disparos de actividad neuroeléctrica que preparan al individuo para el descanso
del sueño profundo. Esta explicación ciertamente no nos dice mucho, y muestra
la misma incapacidad que caracteriza a la ciencia materialista en su explicación
de la conciencia, la cual también suele explicarse como un accidente de la
complejidad de la materia. Una explicación que es totalmente insatisfactoria
para la mayoría de los seres humanos, ya que, a la luz de la experiencia
directa, los humanos suelen pensarse como primordialmente una conciencia
que experimenta el mundo de cierta forma.
La conciencia es lo primero, la esencia, el sine qua non de toda experiencia,
y por lo tanto de todo lo que podemos decir y pensar de la realidad.
"Debemos recordar que nuestro conocimiento del mundo empieza con la
percepción, no con la materia. Estoy seguro de que mi dolor existe, porque
mi 'verde' existe, y mi 'dulce' existe. No necesito prueba de su existencia,
porque estos eventos son parte de mí; todo lo demás es una teoría", dice
en un excelente ensayo sobre la conciencia el físico de la Universidad de
Stanford Andrei Linde, uno de los pocos científicos no materialistas dentro
del mainstream de la ciencia. Existen, por supuesto, varias teorías
científicas sobre por qué soñamos, ninguna aceptada completamente,
aunque algunas más interesantes que el reduccionismo de que el
soñar es algo que se produce aleatoriamente en el transcurso de la
evolución, un epifenómeno de la materia que no tiene ningún significado.
Teorías más o menos recientes han considerado la posibilidad de que los
sueños tienen la función de ayudar a procesar emociones, crear escenarios
para que ensayemos soluciones a problemas y consolidar aprendizaje.
La psicología, a partir de Freud, ha concebido a los sueños como
irrupciones de material inconsciente que puede usarse pare entender
los procesos de la psique, las motivaciones y deseos ocultos que dominan
nuestra vida sin que seamos conscientes de ello. Jung, por ejemplo,
entendió que los sueños podían usarse para sanar e integrar la psique
y contenían, como si fuere, una mensajería del alma codificada en un lenguaje
simbólico. En esto no es del todo original; filósofos antiguos vieron el mundo
onírico como un reflejo de la espiritualidad, un tema común a todas las
religiones; el neoplatónico Sinesio, por ejemplo, consideró que los sueños
podían trabajarse y purificarse para reflejar, al volverlos un límpido
espejo, el mundo divino. Haciendo una lectura freudiana, pero fincada
en la neurociencia, el profesor Patrick McNamara cree que todos los sueños
tienen un fundamento sexual. McNamara ha notado una correlación entre
la capacidad de recordar los sueños y la avidez por tener una pareja,
o también con problemas o agitaciones en relaciones de pareja. McNamara
sugiere que los sueños, de alguna manera, influyen en nosotros para
colocarnos en un estado más propenso a la reproducción (y se encuentra
haciendo un experimento sobre la posible relación entre capacidad de
recordar un sueño y la fertilidad). Ahora bien, esta hipótesis parte de
un fundamento totalmente materialista e implica que la biología (los genes)
utilizan e incluso manipulan al ser humano de diversas formas para conseguir
que éste se reproduzca, y a eso se resume toda su existencia, sin que
tenga otras capas de significado más sutiles (esta misma es la
explicación científica de por qué nos enamoramos: otra ilusión a la cual
nos somete la biología). Así soñamos para que nuestros genes de alguna
manera nos hagan una especie de programación mental que nos haga
querer tener sexo. La hipótesis de McNamara no me parece completamente
descabellada, pero me parece que se queda corta y no logra comprender la
profundidad de lo que es el ser humano, el cual no es solamente un saco
de huesos y tripas (una especie de robot orgánico) controlado por
nanoprocesadores de información genética, los cuales, en sí mismos son
ciegos y no tienen ningún sentido de propósito, pero dirigen nuestra
existencia inexorablemente. Falta, por supuesto, la dimensión espiritual
del ser humano. Y es desde aquí donde podemos
entender la función de los sueños.
A diferencia de la visión materialista-evolucionista, para diversas
tradiciones religiosas, la conciencia no es el resultado de la evolución de la
materia, sino que la materia es causada por la conciencia; los científicos
materialistas creen que la conciencia es una ilusión que genera la materia;
de manera exactamente opuesta, la filosofía espiritual de tradiciones como el
budismo o el hinduismo o el platonismo cree que la materia es el espejismo
de la conciencia, la percepción errónea de la realidad que se
genera por la ignorancia. Así entonces la conciencia está en el principio
de la evolución y la evolución no es más que un regreso a o un
reconocimiento de la naturaleza original que es la conciencia.
En este sentido la evolución es también una ilusión, o una verdad
relativa que sólo existe mientras prevalece la ignorancia de la condición
original que es la conciencia pura (la palabra awareness es inglés es
más precisa, en tibetano rigpa, aún más).
Así podemos hablar de una función evolutiva de los sueños desde
una perspectiva relativista solamente: los sueños ayudan a reconocer la
condición original mostrando la naturaleza ilusoria de los fenómenos, los
cuales son tomados como reales, sustanciales y separados en una dualidad sujeto-objeto.
Los sueños, como creen algunos científicos, sí son escenarios para
resolver problemas y ensayar hipótesis, y el conocimiento que revelan
es el de que el mundo que experimentamos es producido por nuestra mente.
La inquietante pregunta que se produce naturalmente en el soñador,
quien reconoce al despertar que lo que soñó fue producido por su
propia mente, es si el mundo aparentemente externo e independiente que
llamamos vigilia no es también dependiente a su mente, de ciertas causas
y condiciones que no pueden separarse de su propia mente y sus actividades
mentales pasadas (o, según el budismo, su karma).
Y entonces una luminosa posibilidad, una pregunta y un anhelo ¿podría
cesar todo el peso opresivo de la realidad de la vigilia cuya naturaleza
esencial parece ser la insatisfacción, si, de la misma manera que en los
sueños, sólo notamos que nosotros estamos produciendo los fenómenos
que percibimos como externos con nuestra mente? Esta es en gran
medida la pregunta que brota espontáneamente en el famoso
sueño de Chuang Tzu:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si
era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una
mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Esta duda ontológica es algo que ocurre naturalmente; no es el
resultado de una elaboración filosófica compleja. Si nos puede parecer
radical es sólo porque estamos muy acostumbrados a tomar el partido de la vigilia.
Creemos que la vigilia es real porque supuestamente está poblada de
objetos independientes y sólidos que pueden ser verificados por las demás
personas. Sin embargo, todas las cosas que vemos las vemos solamente
a través de nuestra conciencia, no en sí mismas, son una interpretación,
no algo que tenga existencia intrínseca: "la materia es una opinión, la
sustancia un rumor", ha dicho David Chaim Smith.
Y, aunque las personas puedan más o menos coincidir que
ven lo mismo que nosotros en sus descripciones conceptuales de los
objetos, no sabemos realmente si ven lo mismo que nosotros, sólo que
tienen conceptos similares para describir las cosas que vemos. No hay
forma de transferir experiencia porque siempre vemos nuestra propia conciencia.
El maestro budista y físico, Alan Wallace explica:
Los sueños lúcidos proveen el escenario ideal para examinar la
naturaleza esencial de los sueños y la realidad, y la relación entre el
estado de sueño y la vigilia. Según investigación científica, la principal
diferencia entre los sueños y la imaginación y la percepción de la vigilia,
es que las experiencias de la vigilia son directamente excitadas por los
estímulos del mundo externo, mientras que la imaginación y los sueños
son creaciones irrestrictas, libres de las influencias físicas y ambientales.
Para el pensamiento budista, sin embargo, la ciencia occidental sólo
cuenta la mitad de la historia. El budismo y la ciencia, ambos, están de
acuerdo en que aunque objetos visuales, sonidos y sensaciones táctiles
del mundo alrededor parecen existir allá afuera, no tiene existencia
separada de nuestra percepción consciente de ellas. Pero el budismo
añade que la masa, energía, espacio y tiempo como son concebidos
por la mente humana, tampoco tienen existencia separada de nuestra
conciencia conceptual de las mismas, no más que nuestros sueños cada noche.
Todas las apariencias existen sólo en relación a la mente que las
experimenta, y todos los estados mentales surgen en relación a los
fenómenos experimentados. Vivimos en un universo participatorio, sin
sujetos y objetos absolutos. Con este énfasis principal en la naturaleza
ilusoria tanto de la realidad de la vigilia como la de los sueños, los
budistas tibetanos formularon un sistema de enseñanzas llamado "yoga
de los sueños" hace más de mil años, el cual usa el poder de los sueños
lúcidos para deshacer las ilusiones y abrir una puerta a la iluminación.
Esta es otra de las particularidades de los sueños que son
difíciles de explicar desde una perspectiva materialista evolutiva: tenemos la
capacidad de darnos cuenta de que son sueños y seguir soñando, cobrar
lucidez. Cuando esto ocurre el individuo pude hacer todo tipo de
experimentos sobre la naturaleza del espacio onírico (y de hecho algunos
experimentados soñadores lúcidos los hacen). El sueño provee un
escenario inicial para explorar la naturaleza ilusoria de la realidad; una
investigación que luego puede trasladarse al plano de la vigilia. El resultado
del experimento, en el flash del conocimiento, es el despertar en un
continuum más allá del sueño y la vigilia.
Fuente: pijamasurf.com