La realidad con la que
convivimos es una
simulación de nuestro
cerebro
( 2ª parte )
Biológicamente, en el cerebro tenemos prejuicios contra
el que es distinto de nosotros. Raúl Rojas considera que la neurociencia
puede ser una inspiración para la inteligencia artificial, aunque cree que
su función no consiste en recrear cerebros humanos.
“En inteligencia artificial, entre los 50 y los 90 el esfuerzo se dirigió a
resolver problemas combinatorios aplicando reglas una detrás de otra”, apunta.
“El ejemplo típico es el ajedrez. Los humanos juegan reconociendo patrones,
conociendo la situación del juego y haciendo después los movimientos,
pero una persona no está calculando millones de movimientos en su cabeza”, explica.
“La computadora calcula esas alternativas de movimientos propios y
contrarios y, como es muy buena haciéndolo, las máquinas ya ganan
a los humanos al ajedrez con esa solución de fuerza bruta”.
Desde los 90, el interés está en los problemas que los humanos
resuelven de manera subconsciente. “Reconocer caras, traducir un idioma
o conducir un automóvil se hace sin conciencia. Yo puedo conducir,
llegar a mi casa y no sé cómo he llegado”, ejemplifica.
“Con estas ideas hemos desarrollado robots futbolistas que juegan
muy bien al fútbol. De hecho, cuando empezamos a desarrollarlos uno
podía tomar el joystick y jugar contra los robots y ganarles, pero ahora juegan
tan rápido y tan bien que no hay manera”, explica.
Aunque los robots pueden ganar a los humanos en muchas cosas, aún
quedan espacios en los que los humanos tienen ventaja. Por ejemplo, la mentira.
“Lo más alto de la inteligencia es la mentira, en el sentido de que si yo le
cuento mentiras a una persona tengo que saber qué sabe esa persona, tengo
que tener un modelo mental de la persona para que me crea las mentiras”,
explica Rojas. “Por eso es tan difícil decir mentiras, porque cuando
lo agarran a uno por un lado con una información que no cuadra, hay
que cambiar la historia y rehacerla inmediatamente.
El test de Turing consiste en que la computadora cuente mentiras al
humano para parecer humana, pero para hacer eso tiene que tener un
modelo mental de la otra persona”, indica.
Emociones y razón
trabajan en tándem
en la toma de decisiones
En este sentido Manes recuerda que “un grupo de
investigadores de Oxford encontró una correlación entre la
capacidad de engaño táctico de una especie y su capacidad cerebral”,
algo que puede indicar que esa capacidad fue un salto evolutivo más
allá de lo social que nos hizo humanos.
Martínez-Conde discrepa de sus colegas sobre la mentira como
actividad humana por excelencia: “Tenemos una capacidad más refinada
de engaño como una capacidad más refinada en muchas cosas, pero hay
muchos engaños en el mundo animal, desde el mimetismo o el camuflaje
en insectos a otros más sofisticados en algunos primates”.
“En mi investigación me he interesado en por qué funcionan los trucos
de magia en el cerebro. Es fácil engañar a un animal y lo hacen entre ellos,
pero no creo que la magia funcione en un animal. Lo que es diferente para una
persona en un espectáculo de magia, esta capacidad de asombro y maravilla
es lo que nos hace humano”, afirma.
Rojas sin embargo considera que, sin un modelo mental del otro y un
conocimiento de la diferencia entre la verdad y la mentira, lo que se
está haciendo es simplemente despistar al rival, algo distinto del engaño.
El engaño, pero de uno mismo, es otro de los mecanismos de
adaptación humana para gestionar el mundo con un cerebro limitado.
Muchas veces tomamos una decisión y la justificamos aunque
haya indicios de que ha sido un error.
“Existe una gran inercia a mantener la opinión una vez que
decidimos”, explica la investigadora.
“Es un mecanismo de atajo mental, la disonancia cognitiva.
Después de tomar una decisión no puedo cuestionarla todo el rato
porque no tienes los recursos neurales para estar analizando de
nuevo los datos una y otra vez”, añade.
Tras siglos de investigación, cree Martínez-Conde que será
posible conocer al detalle la biología cerebral y, si la tecnología del
futuro lo permite, construir una máquina con las capacidades del cerebro humano.
Rojas, sin embargo, no cree que eso vaya a suceder, por cuestiones
técnicas y por falta de interés.
“No creo que una computadora, que puede ser muy rápida para
tomar decisiones y mejores que las personas al poder sopesar más
información, vaya a tener una inteligencia como nosotros. También porque
las emociones juegan un papel muy importante en la toma de decisiones
humana, y no creo que una computadora vaya a tener emociones”, explica.
Además, en opinión de Rojas “no se puede reconstruir un cerebro con
computadoras digitales porque el cerebro es un sistema analógico y
en sistemas analógicos el mejor modelo con lo que sabemos actualmente
es el sistema analógico mismo”.
“Para construir cerebros humanos la mejor manera que tenemos
ahora es tener hijos”, concluye.
Fuente: El País