E L E F E C T O
P L A C E B O :
E l p o d e r
t e r a p é u t i c o
d e l a m e n t e
Creer en el poder sanador de una pastilla, aunque no contenga
ningún principio activo, tiene efectos terapéuticos reales… Provoca cambios
en el cerebro que reducen el dolor, disminuyen los temblores del parkison
o alivian la depresión, y demuestra la capacidad natural de mejoría
del sistema nervioso. Una sustancia que, “careciendo por sí misma
de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo,
si éste la recibe convencido de que posee realmente tal acción”,
es, por definición, un placebo. La palabra viene del latín “placere”, que
significa agradar. En el siglo XVIII los médicos recurrían a prescribir
píldoras sin acción curativa cuando no disponían de ningún medicamento
adecuado, algo que ocurría con relativa frecuencia. Su intención no era
engañar al paciente, sino intentar fomentar en él un proceso curativo natural.
Un proceso que se basa precisamente en las expectativas o “fe” del
paciente, la piedra angular de este efecto aparentemente “mágico” que
una simple píldora incluso de azúcar puede suscitar. Son precisamente esas
expectativas las que logran producir cambios en el cerebro capaces de frenar
el dolor, levantar el ánimo de las personas deprimidas o mejorar los
síntomas en la enfermedad de Parkinson.
En los últimos años las técnicas de neuroimagen han mostrado que la mejoría
que induce el placebo es real y no una mera percepción subjetiva. Y es que
las expectativas del paciente son capaces de “mitigar el dolor a través de
la liberación de endorfinas, que son analgésicos naturales producidos por
el organismo. Mejoran también la función motora de los pacientes con
parkinson mediante la liberación de dopamina, que es precisamente la
sustancia que falta en esta patología y la que se suministra para tratarla”,
como explicaba a ABC Raúl Ramos de la Fuente Fernández, que fue el
primero en demostrar, junto con John Stoessl, que el placebo tiene un efecto
evidente en los pacientes con Parkinson, una observación que publicaron
en 2001 en la revista “Science”.
E f e c t o g e n e r a l i z a d o
En realidad, la “fe” del paciente en la mejoría que promete un
tratamiento prescrito, aunque en realidad no lo reciba y en su lugar se
le administre un falso fármaco, es la que moviliza todas esas sustancias
que forman parte de la química cerebral. “Se trata de un efecto general
en la medicina que afecta a muchas patologías, entre ellas la esclerosis
múltiple o la epilepsia. En la enfermedad de Parkinson el efecto placebo
puede llegar al 50-60%”, explica José Obeso, neurólogo de la clínica
Universitaria de Navarra. Como media se considera que este poder
terapéutico de la mente es de un 30% en esta patología, aunque el efecto
aumenta “con las expectativas del paciente y la credibilidad del médico”,
explica Obeso. Podría pensarse que es un efecto ventajoso,
sin embargo, se vuelve en contra en los ensayos clínicos. El motivo
es que enmascara los efectos reales del fármaco que se ensaya, que
para obtener su validación ha de demostrar que es más eficaz que una píldora
de iguales características pero que no contiene el principio activo. En realidad
no contiene nada capaz de curar, pero “ocluye efectos reales del principio
activo, ya que eleva tanto la referencia del grupo control, que el efecto del
medicamento que se ensaya tiene que ser tremendo para que sea significativo
frente al placebo. Y esto genera un problema serio en varios de los estudios
recientes hechos contra placebo”, aclara Obeso.
En realidad, los fármacos no compiten con nada más que con las
expectativas del paciente. Y eso que a los participantes se les informa de que pueden
recibir un placebo en algún momento del ensayo. Pero ni el experimentador ni
los participantes saben quién toma el fármaco y quién el placebo. Esta es la
base de los ensayos “doble ciego”, que garantizan la fiabilidad del ensayo clínico.
S i n p a s t i l l a s
También se experimenta este efecto sin pastilla alguna.
Cualquier acto médico está sometido a este poderoso efecto mental.
“Cuanto más intenso sea el tratamiento y cuanto más espere el paciente de
ese tratamiento, mayor será el efecto placebo. Una cápsula que promete
un factor que revitaliza las neuronas genera muchas expectativas, pero una
intervención quirúrgica genera muchas más aún. Los últimos ensayos clínicos
con técnicas que requieren entrar en el cerebro han tenido un efecto placebo
tan grande que han salido muy negativos, sin que necesariamente haya que
pensar que el tratamiento por sí mismo no pueda ser eficaz”, destaca
en neurólogo de Navarra. El poder del placebo, traducido a cifras
puede no decir mucho. Pero el ejemplo que pone el doctor Obeso de un caso
descrito recientemente es mucho más gráfico: “Un paciente con parkinson
avanzado, que vive en un campamento de Palestina, está en una situación
de incapacidad motora que le impide andar. A pesar de ello, en un bombardeo
logra salir corriendo y refugiarse a 300 metros, con el resto de sus compañeros”.
¿Cómo consigue superar lo que a diario le tiene postrado?
“Eso ocurre porque las neuronas productoras de dopamina del área
tegmental ventral (ATV), cercana pero no idéntica a las del blanco de la
neurodegeneración, que tiene lugar en la sustancia negra, están mucho
más respetadas. Y la emoción moviliza la dopamina del ATV, que, incluso
en pequeñas cantidades, es capaz de modular el movimiento”.
En la enfermedad de Parkinson se pierde un número muy alto de las
neuronas que producen la dopamina necesaria para el movimiento. Sin
embargo, las neuronas más implicadas en el control de los aspectos
emocionales son con mucho las que menos se pierden y bastante más
tarde, explica Obeso. Hay un residuo importante, de neuronas que
explican muchas observaciones anecdóticas como esta en la enfermedad de Parkinson.
Domesticar el placebo
¿Se podría “domesticar” ese efecto sanador que origina el placebo y
utilizarlo de forma controlada? De momento no es posible, opina Obeso.
“Todos los médicos (y en general los profesionales de la salud) manejamos
el impacto del efecto placebo de manera positiva y conveniente en
circunstancias muy concretas y puntuales. Pero no hay nadie que pueda
manejarlo para que dure doce meses. Es verdad que si se comprendiera mejor
el mecanismo mediante el que se puede producir una mejoría tan marcada,
permitiría que el paciente mejorase de una manera “natural”, ya que no se le
ha suministrado nada. Desde ese punto de vista sí que es relevante entender
cómo sucede y cuáles son los mecanismos, porque significa que el sistema
nervioso de esa persona tiene una capacidad de mejoría manifiesta”.
Y, a diferencia de algunos fármacos, el efecto placebo comienza casi de
inmediato. Es lo que ocurre cuando se compara con la fluoxetina, uno de los
fármacos antidepresivos más utilizados para combatir la depresión. Sin
embargo, este antidepresivo necesita de cuatro a seis semanas para hacer
efecto. Como contrapartida el placebo activa menos áreas del cerebro y sus
beneficios desaparecen antes. Tal vez la clave para mantener en el tiempo la
acción sanadora del placebo esté en en esa “fe ciega” que mueve
montañas… y también neurotransmisores cerebrales.
Fuente: www.cosmoplug.com