No existe la casualidad,
existe la sincronicidad
"No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar
surge de las fuentes más profundas"
Friedrich Schiller
A todos nos ha pasado en alguna ocasión una coincidencia que
parecía tan improbable que nos resulta mágica y epifánica, como si
existieran conexiones entre sucesos, personas o información a través
de hilos invisibles que tan sólo podemos vislumbrar por momentos.
Seguro que alguna vez te ha pasado que un libro o un anuncio
publicitario te han dado la respuesta a esa duda que continuamente te
estabas planteando, que ibas a llamar por teléfono a una persona y en ese
mismo instante, es ella la que te llama, que has tenido un encuentro inesperado
en un lugar inesperado o que has encontrado a la persona exacta cuando la
necesitabas apareciendo de la nada… Esto no es casualidad, sino
sincronicidad, uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de este universo.
¿Qué es la sincronicidad?
El psicólogo Carl G. Jung fue quien acuñó el término de sincronicidad,
refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero
de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos interiores y
exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene cierto
sentido para la persona que lo observa.
Jung llegó a la conclusión de que hay una íntima conexión entre el
individuo y su entorno, que en determinados momentos ejerce una
atracción que acaba creando circunstancias coincidentes, teniendo un valor
específico para las personas que la viven, un significado simbólico. Son este
tipo de eventos los que solemos achacar a la casualidad, la suerte o incluso
a la magia, según las perspectivas que tenemos.
La sincronicidad nos representaría en el plano físico por ejemplo, la idea o
solución que se esconde en nuestra mente, maquillada de sorpresa y coincidencia,
siendo de esta manera mucho más fácil alcanzar.
Una experiencia sincrónica suele venir a nuestras vidas cuando menos
nos lo esperamos, pero en el momento exacto, cambiando en ocasiones la
dirección de nuestras vidas e influyendo en nuestros pensamientos. Pero
para ello, tenemos que estar receptivos y atentos al mundo que nos rodea,
creando la apertura a esa posibilidad de sincronicidad.
Cuanto más alertas estemos con respecto a nuestro entorno, más probabilidades
habrá de que ocurra la sincronicidad a nuestro alrededor o al menos, que le
prestemos atención… desde pequeñas conversaciones, canciones de la radio
o mensajes publicitarios, por ejemplo, hasta encuentros aparentemente “fortuitos”.
Tan sólo hay que estar atentos.
Si dejamos a las circunstancias fluir y no presionamos ni forzamos la
ocurrencia de sucesos o la voluntad de las personas, mientras mantenemos
una actitud receptiva y de apertura, dejándonos llevar por nuestra intuición y
nuestra sabiduría interior, nos abriremos a "la magia" que nos ofrece la
experiencia de la sincronicidad. Si sabemos escucharla puede convertirse
en una buena guía para nuestras vidas.
Quizás esta sea una de las muchas leyes universales que no puedan
ser probadas con demasiada seguridad, pero que sin embargo su presencia
ha guiado la vida de multitud de personas sin siquiera pensarlo, y es una de
las razones que nos hace mantenerla vigentes.
Incluso este artículo puede haber sido fruto de la sincronicidad.
Fuente: www.lamenteesmaravillosa.com