L A T R A S C E N D E N C I A ,
L A N A D A Y L A L I B E R T A D
La Trascendencia
Estamos llegando a darnos cuenta de que el sí mismo es una construcción
de nuestra conciencia. Es arbitrario, no es un dato constitucional. Su contenido
y su forma particular están ocasionados por la experiencia vital del individuo
y no son en modo alguno inmutables.
De hecho, y este es el punto clave, no es necesario identificarse con ninguna
configuración particular del sí mismo. Uno tiene la posibilidad de aceptar
una manera de ser en el mundo (un sí mismo) que se adecúa a la situación
vital, pero también la capacidad de dejarla ocasionalmente de lado.
Cada uno de nosotros se construye un sí mismo como registro de quienes
hemos sido. Y por error confundimos ese registro con una prescripción que
establece quiénes podemos ser. Sin prestar atención a nuestra percepción
interior, hacemos opciones y emprendemos líneas de acción en función
de lo que hemos hecho en el pasado, y después encontramos, con frecuencia,
que nuestras elecciones son insatisfactorias y nuestras acciones no están
respaldadas por un compromiso cabal.
La Nada
Cuando empiezo a darme cuenta de que mi verdadera identidad es un proceso
y no una sustancia fija, estoy al borde de una vaciedad terrible y de una milagrosa
libertad. La nada del ser, la transitoriedad de la sustancia, las posibilidades sin
término de la percatación son tan tremendas de reconocer que son frecuentes
las sensaciones de vértigo, negación y angustia. El miedo familiar a la muerte
y el olvido no es más que una de las formas de esta confrontación
supremamente existencial. Nos sentimos perdidos en el espacio, sin el menor
sentido de la dirección y despojados de todo consuelo mientras persistimos en
buscar una identidad dada o una forma preexistente para nuestra existencia. Y,
sin embargo, eso es lo que nos sentimos compelidos a hacer una y otra vez.
Comenzamos a darnos cuenta de que el mundo que ha sido el sólido
cimiento de nuestro ser es igualmente una construcción de nuestra percepción.
Desde la infancia hemos aprendido a verlo de cierta manera, y aunque la alteremos
un tanto a lo largo de los años, esencialmente aceptamos lo que nos han enseñado
y creemos que tal es la naturaleza intrínseca del ser.
Y no lo es. Es nuestra construcción. Otros pueblos vivencian el mundo de
diferente manera. Los occidentales ya no podemos seguir suponiendo, tan alegre
y ciegamente, que esos pueblos son simplemente menos inteligentes, menos
científicos o menos desarrollados que nosotros: han construido sus mundos de
maneras muy diferentes, pero igualmente válidas.
La Libertad
Sólo después de haber empezado a afrontar e incorporar auténticamente el
reconocimiento de que nuestra propia identidad no es más que un proceso y
de que el mundo es la construcción, totalmente arbitraria, de nuestra percepción,
podemos avanzar hacia el descubrimiento y la apreciación de la libertad que así
se abre ante nosotros. Si no soy más que el proceso de mi ser, entonces
puedo (es más, debo) rehacer momento a momento mi vida, y puedo elegir
hacerla diferente por completo de lo que ha sido en el pasado, porque el
pasado ya no es dueño del momento presente.
A cada minuto, elección. Libertad y negociación. Cada posibilidad tiene algo
que la hace atrayente, pero cada una tiene su precio. Yo comparo una cosa
con la otra y elijo. Y elijo, y elijo.
Fuente: libro "Más allá del ego"