EL VACÍO QUE SE SIENTE AL SOLTAR
Cada vez que soltamos, hay un vacío que se hace Presente.
Da igual lo que dejemos o nos deje ir. Un trabajo, una amistad, un amante,
una pareja, un objeto, una red social, una ciudad, una emoción, un pensamiento…
La mente no diferencia una cosa de la otra. Lo único que sabe es que hay un hueco
en ella que ha dejado de ser cubierto.
Es una muerte en toda regla. Y como tal, necesita su proceso de duelo para
ser asimilada. No importa la cantidad de veces que hayamos soltado. La Soledad
siempre nos hace una visita. Y por muy acostumbrada que estés a ella, el golpe en
el Corazón no te lo quita nadie.
No tiene nada que ver con lo mucho o poco que te quieras, sino con la Vida
misma. Yo creía que cuanto más sola estuviera, cuanta más amiga de la Soledad
me hiciera, menos aparecería. Menos la sentiría. Pero no. Ese Vacío que te desgarra
por Dentro no se va. Y dudo mucho que alguna vez lo haga. Quizás, forma parte de mí.
De ti. De nosotros. Quizás, no tengamos que luchar contra él sino simplemente
Aceptarlo. Sin más. Quizás, es ese Vacío el que nos empuja a relacionarnos con
los demás. A no quedarnos parados y encerrados en nuestra cueva. A salir a la Vida
y a encontrar aquello y aquellos que nos lo llenen.
No todo el mundo es consciente en la misma medida de él
porque para ello debes haber rascado mucho en ti. Lo que ocurre es
que cuantas más capas sueltas, más te acercas a él y más intenso se hace.
Y es como saltar al abismo, sin paracaídas y sin red. Te sientes totalmente
indefenso, vulnerable, perdido y solo. Muy solo. Y esto, no es que acojone sino
que es muy difícil que sobrellevar.
Cuanta más intimidad tienes contigo, cuanto más escarbas en tu profundidad
y más tocas tu Alma, más complicado es encontrar a alguien con quien conectes
de verdad. ¿Por qué? Porque la mayoría de las personas huye de sí mismo. Porque
en cuanto sienten esa Soledad, en lugar de permanecer en ella y permitir que te
desgarre, huyen a toda prisa. Llenándose de cualquier cosa y cualquier persona
que les aleje de esa sensación de separación de todo y de todos. Y lo entiendo.
Yo también lo he hecho durante mucho tiempo y es lo primero que quiero hacer
cuando toca a mi puerta. Pero al final aprendes que nada ni nadie tiene el poder
de desterrar a la Soledad de la Tierra en la que fue Creada. Ni siquiera tú mismo.
Y ese rechazo hacia ‘lo que es’ lo único que te provoca es más dolor,
más sufrimiento y más soledad.
Os juro que lo he intentado de todas las maneras. Pero no es posible no
sentirla ‘nunca más’. Me encantaría poder gritar a los cuatro vientos que soy feliz.
Que la felicidad es esto y aquello. Que si actúas de esta manera o de aquella otra,
tus heridas dejarán de sangrar. Que si piensas así y no piensas asá, lograrás todo
lo que desees. Pero o yo soy muy honesta y los demás muy poco, o sigue
habiendo algo que se me escapa (que no lo descarto). A veces me siento pletórica
y otras apática. A veces estoy alegre y otras triste. A veces soy la persona más
compasiva que te puedas echar a la cara y otras la más juiciosa. A veces me sale
espuma por la boca (aunque no me lo permito mucho por mis creencias…) y otras
estoy levitando. A veces todo es perfecto y otras nada lo es.
La mayoría de las veces me siento en Paz. Y sigo sin saber lo que
es la felicidad. Y si muchos se pusieran en mi piel, seguramente se sentirían
megafelices. Todo depende a lo que estés acostumbrado a sentir. A lo mejor,
me he acostumbrado tanto a estar bien que para mí es un estado tan natural
que no puedo darle ni el nombre de felicidad. A lo mejor, hasta he borrado ese
concepto de mi mente. O a lo mejor, es que como no me siento nunca infeliz
tampoco puedo sentirme lo opuesto: Feliz… Porque no hay blanco sin negro,
ni luz sin oscuridad. Porque todo lo que sube, baja.
Y todo con lo que te etiquetas, te encadena. Cuando te desprendes de algo,
hay un período de transición en el que pasas por varios estados.
Primero sientes una gran liberación (cuando ha sido elegido) y luego un bajón emocional.
Es normal. Has dejado de ingerir ciertos alimentos que colmaban tu estómago.
Necesitas asimilar la sacudida del cambio. Integrar la nueva vida. Integrar LO
NUEVO. Y encontrar otros nutrientes, más acordes a ti, que te aporten lo que necesitas
en tu PRESENTE. Y esto no se hace en dos horas ni en dos días. No sé en cuánto.
Dependerá de lo mucho o poco que hayas soltado, y de lo que te resistas a ello.
Lo importante es que seas Consciente de lo que te ocurre y que no pretendas no
sentir lo que estás sintiendo. Es como si fallece alguien cercano a ti y te niegas a llorar y a
sentir tristeza porque no quieres sentir eso, creyendo que esa negación hará que no lo
sientas. Y es absurdo, porque YA lo estás sintiendo. Y dejarás de hacerlo cuando a esa
emoción le dé la gana (que suele ser cuando se ha expresado todo lo que tenía que
expresarse), no cuanto te dé la gana a ti (aprender a vivir con esto es otro de los grandes
aprendizajes que hay que aprender…).
¿Sabes qué es lo que más nos aterra? Nosotros. Ese VACÍO que tanto nos
ahoga somos nosotros. Y de vacío no tiene nada porque si no, no sentiríamos lo que
sentimos al llegar a él. Yo creo que es al revés. Que es lo único que en realidad está
lleno. COMPLETO. Lo que no sé explicar (ni no explicar) es de qué. Puede que me
RECUERDE a ese AMOR, a ese HOGAR que un día abandoné y que con solo rozarlo,
la nostalgia, el anhelo y la melancolía me rompen en mil pedazos el Alma…
O solo puede que no sea feliz y punto. ¡Qué más da! Mientras esté viva,
puedo seguir viviendo. Y mientras siga viviendo, puedo seguir Sintiendo.
¿El qué? Eso es sorpresa. Afortunadamente… Si no, menudo coñazo de Vida.
Y qué mal parida estaría una Vida que debe vivirse de tal o cual manera por
miedo a su propia vida. ¡Menuda incoherencia!
Acoger, abrazar y aceptar todas y cada una de las emociones que nos
emocionan… es Amar. Es AMOR. Nos gusten o no.
¿Pero eso me hará feliz? ¡Y yo qué sé! Lo que hará es que no te duela más de lo
que te duele y que no sufras más de lo que sufres.
Lo de ‘comeremos perdices y seremos felices por siempre jamás’ es una
leyenda muy Urbana que puede asesinar tu Aquí y Ahora, con ensañamiento,
alevosía y sin que te des cuenta.
O quizás, o a lo mejor…. es que me he vuelto una absoluta e irremediable
Incrédula, que por no Creer no creo ni en mi existencia.
Pero ‘como solo sé que no sé nada’, ¡a saber!
Todo es posible (cuando es posible, claro…).
Cuando me siento sola, llamo a Soledad para que me haga compañía.
Y siempre me repite lo mismo:
“Cariño, entre tú y yo, quédate siempre contigo”
No sé muy bien lo que quiere decir, pero suena ‘Bueno, Bonito y Barato’…
Fuente: www.regresoalhogar.com