EL OJO INVISIBLE
Esta mirada única está siempre aquí y
no hace ningún esfuerzo por ver.
Cuando uno siente que está haciendo un esfuerzo por
ser más, lo que ya es, en algún punto,
se está alejando de sí mismo.
Me parece que hay que atreverse a ser esta mirada única
sin pretender ser más de lo que es en este mismo instante.
Si estamos aquí ahora es porque no tenemos otra elección
(aun si todavía no lo sabéis). En mi caso, se ha vuelto una
evidencia absoluta porque caí en este vacío, al ritmo de lo
que es sin tiempo. Es natural que en el mundo de las
apariencias, queramos delimitar las fronteras: la naturaleza
de la horizontalidad, de todo lo que es movimiento, es decir,
nuestros sentidos y nuestra mente, es moverse sin parar, es
pensar, elegir, pretender, etc. La naturaleza del movimiento
nunca cambiará. Y la naturaleza de lo que Somos, esta
verticalidad, es la Inmovilidad absoluta, es Paz, Tranquilidad, Perfección.
Una vez que se comprenden la naturaleza de estos dos
aspectos deja de haber confusión: ya no le pediremos a la
naturaleza de lo que es movimiento que esté en calma.
¿Qué ocurre en ese instante de evidencia absoluta?:
lo único que ocurre es que nos reconocemos en lo que Somos.
Habiendo dado este paso invisible y sin tiempo, me
reconocí como Perfección, como Paz, aun si
nunca tuve, ni tengo pruebas.
En cambio, algo se ha ido equilibrando poco a poco
dentro de mi y el Silencio, Lo que Soy, me ha ido enseñando
a ver con mayor claridad, sin olvidar nunca la
naturaleza de lo que no soy y de lo que soy.
Llega un momento en el que hay que dejar de buscar.
La sencillez está en dejar de imaginar lo que creemos
ser y aceptar ser lo que somos de verdad.
Y hacerlo sin esfuerzo alguno, ya que es en este
no-esfuerzo donde puede instalarse la evidencia absoluta de lo real.
El pensamiento tiene su razón de ser para muchas
cosas excepto para el reconocimiento de Lo que Somos.
Creemos que nos es útil y nos engañamos.
La mente puede hacernos sensibles a un cierto nivel
de sutilidad, pero se pierde y se agita en sus intentos por
reconocer esa sutilidad extrema, lo cual es precisamente
un síntoma de que ve que no ve.
Profundamente, habría que estar en una disponibilidad
de escucha y de ver las cosas con mayor claridad; esto
es lo más próximo de nuestra verdadera naturaleza. Aunque
en el mundo de las apariencias, sigamos queriendo saber y
no rendirnos, como se tiene por costumbre hacer.
Hay que estar muy claro con lo que es movimiento para
volverse aceptación, disponibilidad profunda y entonces
poder jugar con la astucia, a momentos, con la
que juega el propio movimiento.
Efectivamente, llega un momento en el que uno ha de rendirse
a sí mismo y por sí mismo (aún si no se ve en el exterior) y
confiar hasta que descubramos que somos Confianza total.
Yolande Duran
Fuente: www.proyectolibremente.com