EL DESDOBLAMIENTO
DEL TIEMPO
Jean-Pierre Garnier Malet, padre de la teoría del desdoblamiento del
tiempo, explica sus fundamentos en el texto Cambia tu futuro por las
aperturas temporales (se puede acceder fácilmente a él a través de Internet).
Sus contenidos enlazan con las pruebas científicas del desdoblamiento
del tiempo a escala tanto de partículas como del sistema solar.
No en balde, la prestigiosa revista American Institute of Physics y su comité
científico han validado las propuestas de Garnier, publicándola en el 2006,
porque su teoría ha permitido prever, primero, y explicar, después, la llegada
de planetoides al sistema solar (concretamente, al Cinturón de Kuiper).
¿Qué es exactamente lo que sostiene?
Pues que tenemos dos tiempos diferentes al mismo tiempo: un segundo
en un tiempo consciente, y miles de millones de segundos en otro tiempo
imperceptible en el que podemos hacer cosas cuya experiencia pasamos
luego al tiempo consciente. Sin percibirlo, obtenemos una síntesis instantánea
de un análisis que hemos realizado en otro tiempo, aunque no poseamos
memoria de ello. Es así como funciona el tiempo. En cada instante presente
tengo un tiempo imperceptible en el cual fabrico un futuro potencial, lo memorizo
y, en mi tiempo real, lo realizo. Los seres humanos vivimos con la
sensación de percibir un tiempo continuo. Sin embargo, tal como demuestran
los diagnósticos por imágenes, en nuestro cerebro se imprimen solamente imágenes
intermitentes. Entre dos instantes perceptibles siempre hay un instante imperceptible.
Como en el cine, que sólo vemos 24 imágenes por segundo. La número 25
no la vemos: es subliminal. En publicidad se ha utilizado ese tipo de imágenes
para influir con éxito en nuestro comportamiento: lo que ha mostrado que lo
subliminal es accesible a nuestra memoria. El fenómeno del desdoblamiento
del tiempo nos da como resultado el ser humano que vive en el tiempo real y
en el cuántico: un tiempo imperceptible con varios estados potenciales. A partir de
ahí, memoriza el mejor en la esfera cuántica y se lo transmite al que vive
en el tiempo real.
Así, entre el yo consciente y el yo cuántico se da un intercambio de
información que nos permite anticipar el presente a través de la memoria
del futuro. En física se llama hiperincursión y está perfectamente demostrada.
Por tanto, estamos desdoblados cual partículas. Y sabemos que, si tenemos
dos partículas desdobladas, ambas tienen la misma información al unísono,
pues los intercambios de energía de información utilizan velocidades superiores
a la velocidad de la luz. Todo ello enlaza con el “Principio de los gemelos
de Langevin”. En los años 20, Paul Langevin demostró que si un gemelo viajaba
a la velocidad de la luz, envejecía menos que el que se quedaba quieto. A
Langevin no le creyeron. Hubo que esperar 50 años: en 1970, gracias a los
relojes atómicos, se comprobó la veracidad de su afirmación. Si puedo viajar a
velocidades prodigiosas, un microsegundo se convierte en un día entero. Cuando
regreso, no sé si me he ido, puesto que he estado ausente un microsegundo.
Existe otra propiedad conocida en Física como “La dualidad de la materia”:
una partícula es a la vez corpuscular (cuerpo) y ondulatoria (energía). Somos
a la vez cuerpo y energía, capaces de ir a buscar informaciones a
velocidades ondulatorias. Y esta información la asimilamos en el sueño paradoxal,
cuando estamos más profundamente dormidos y tenemos nuestra máxima
actividad cerebral. Ahí produce el intercambio entre el cuerpo energético
y el corpuscular. Y es ese intercambio el que permite arreglar el futuro que he
creado durante el día, lo que hace que al día siguiente la memoria esté transformada.
El intercambio se realiza a través del agua del cuerpo. Ese intercambio de
información permanente es el que crea el instinto de supervivencia y la intuición.
Fuente: Emilio Carrillo