SOLTAR
Y
RENACER
¿Qué nos impulsa a mantener una atracción compulsiva hacia
quien no nos quiere ni desea? ¿Qué extraña necesidad nos esclaviza
a perpetuar una situación emocional no correspondida? ¿Acaso
se trata de un cliché familiar que reproducimos bien envuelto en locura?
Amar de forma idealizada a quien no nos devuelve lo que de nosotros
le llega es una neurótica tortura. Sin duda, cuando esto sucede, lo que
al parecer queremos, más o menos conscientemente, es perpetuar
el sentimiento de rechazo y devaluación para, de alguna forma,
confirmar nuestra baja autoestima.
¿Te suena? ¿Hay algún miembro de tu familia que
haya encarnado tal programa?
Es muy posible que en estos casos estemos perpetuando un yo
sufridor, “atado a un amor imposible”, un yo que expresa un programa
que podría haber sido reconocido, respirado y archivado
en nuestra reinventada biografía.
¿Acaso necesitamos la constante frustración de tal rechazo para
sentirnos en la vida? ¿Tenemos una personalidad sufridora
que constituye nuestra identidad como personas? ¿Nos cuesta
imaginar que somos queridos y merecedores de una relación
equilibrada en amor, atracción y entrega mutua?
El hecho de “colgarse” de alguien y vivir de un imposible es vivir
la vida a medias. Quizá haya llegado el tiempo de soltar…
(…)
Nadie renuncia al amor, lo que sí aprendemos es a no seguir
atados a rostros que nos esclavizan y bloquean por dependencia.
Recordemos que la responsabilidad de ser libres está tan solo en
nuestra voluntad y consciencia. Los enamoramientos no
correspondidos son proyecciones idealizadas hacia un foco de deseo
y obsesión que algunas personas todavía no controlan. Un foco
desde el que confirmar nuestra soterrada creencia de
“no merecimiento” y la consiguiente necesidad de
castigarnos junto a lo que nos debilita y victimiza.
Fuente: extracto “El amor y la pareja”, de José María Doria