Poligamia y culturas
Del mismo modo que podemos querer sin cuestionarnos a 2, 3, 4…
hijos, ¿es posible una poligamia amorosa y sana?, ¿cuáles son
los impedimentos?
Para abordar la posibilidad de vivir en poligamia, primero convendrá
indagar en las programaciones culturales y religiosas que nos movilizan
y condicionan. A partir de ahí, convendrá asimismo elegir el enfoque
que queremos, al tiempo que evitamos juicios de condena hacia el modelo
que cada comunidad ejerza. En realidad, la mayor parte de las personas
atraviesan etapas en las que quieren despenalizar su deseo de promiscuidad
o al revés, penalizarlo como sea. Ante esta situación, uno suele preguntarse
si lo natural es la poligamia o la monogamia, e incluso cuál de estas dos
opciones puede ser más evolucionada. Y si bien ante este tema, la referencia
de la naturaleza puede ayudarnos a comprender la raíz original de nuestra
biología, convendrá también reconocer que no somos tan naturales como
parece, sino que más bien nuestra persona es el resultado de una cultura determinada.
Pero más allá de la dialéctica “naturaleza y cultura”, nos
encontramos en un proceso de autoconciencia que no debería necesitar
de la aprobación ajena para defender la opción que en cada persona
y en cada grupo humano se imponga.
No es lo mismo el miedo ambiente que medio ambiente.
En realidad, cuanto mayor es el nivel de consciencia mayor será la
capacidad de diseñar nuestra vida a la carta. Observemos que, según
los códigos morales, éticos y el sentir profundo de nuestra esencia,
cabrán múltiples matices que nos alejará de un “único diseño” de pareja.
El mundo es un lugar de infinita variedad de enfoques y perspectivas.
Y conforme más nos abrimos y comprendemos, más nos vemos
obligados a silenciar nuestras voces radicales e incluso predicadoras.
¿Quién osa afirmar que su propio modelo de pareja es el que
conviene al resto de las personas? ¿Acaso el pensar que nuestro patrón
de vida es el que mejor encarna la virtud, no es una forma de fanatismo y ceguera?
En este sentido, convendrá averiguar qué es lo que cada persona
realmente necesita para su particular evolución en cada diferente etapa de la
vida. El hecho de averiguar desde qué parte de nosotros asumimos la opción
monogamia o su contraria, liberará dudas morales y así, desde la íntima certeza,
viviremos más allá de las reglas culturales impuestas.
El reconocer en nosotros qué modelos y valores permiten nuestro desarrollo,
pertenece al ámbito de nuestra íntima responsabilidad con la vida. Un ámbito
desde el que discernir desde dónde nos resistimos a determinadas experiencias
tan sólo por miedo, o bien por motivos y valores que honramos y dan sentido
a nuestra vida. Sin duda una manera de asumir y madurar sin fotocopias o
imitaciones artificiales que nos retrasen la salida del rebaño, y nos permitan
vivir las experiencias que precisa nuestra alma.
En nuestra civilización planetaria ya no cabe que una cultura dominante
se erija como modelo ideal frente a otras “infelices y equivocadas”. Son tiempos
de integración en los que reconocer y respetar diferencias e ir más allá de
las conductas externas. En realidad son tiempos de centrar el eje en la escucha
interna e iluminar nuestra sombra.
Lleguemos a acuerdos con nuestra pareja. Aprendamos a establecer
pactos que reflejen aquello que cada día somos más capaces de expresar
en palabras. Confiemos en nuestra verdad y arriesguemos que no nos quieran
si a cambio hay sinceridad y lo que eso desencadena. Y todo ello sin olvidar
que la conducta que hoy honramos, mañana puede dar la vuelta.
Fuente: www.josemariadoria.com