La paradoja de
la dependencia
Es bien sabido desde que nuestro cerebro es objeto de
investigación en el campo de las Neurociencias, y que por otra parte, nuestro
sistema nervioso e incluso el mandato de nuestros genes, tienen la misión
de generar apego con otra u otras personas.
Y aunque tal vez en su origen dicho mandato neurológico parece
derivado de la necesidad de supervivencia, hoy por hoy lo que parece
incuestionable es que tendemos a vincularnos fuertemente con la pareja
como uno de los objetivos evolutivos que parecen estar más allá de los
gustos, sentimientos y circunstancias.
Se trata de un programa por el que nuestra naturaleza cuando
encuentra alguien que cumple determinados requisitos, establece naturalmente
un fuerte vínculo de dependencia. Y tal vez este apego responde a la
necesidad de vivir en mejores condiciones que las que nos ofrece la vida
en solitario y en su caso, asegurar la supervivencia. Lo que sin duda en los
tiempos actuales se traduce en el hecho de sentir empatía, afinidad, deseo,
química… aspectos que suponen el conjunto de necesidades que como
individuos integrales cada día tenemos en una diversidad cada vez más compleja.
En realidad dicho apego que sí o sí neurológicamente establecemos,
puede ser del tipo “sano”, es decir, que se expresa desde el marco de la
intimidad, el compromiso y la confianza. Se trata de un tipo de vínculo
que según se deduce por numerosas estadísticas, le viene dado a un 50%
de la población y que convierte a tales personas en un regalo por ser los
compañeros y las compañeras de vida.
El resto de la población por lo que dicen tales muestras, o bien es de
carácter evasivo y tipología “autosuficiente”, es decir, personas que son
expertas desactivadoras del sistema de apego, y en consecuencia, estrategas
sofisticadas en la creación de barreras y distancias. O bien es de carácter
ansioso como se da en personas que no se sienten a la altura de su pareja, y
que por ello se esfuerzan en “dar la talla” y complacer a toda costa. Es decir,
que proceden a negar su autoestima y la creación de unas bases
equilibradas de convivencia. Pues bien, lo que es paradójico y sí parece
estar claro es que cuanto más eficiente es la dependencia mutua de dos
personas, más independientes y audaces se vuelven estas. Es decir, que
las parejas cuyos miembros se muestran independientes y, por lo tanto,
capaces no sólo de explorar mundos, sino también descubrir nuevos
horizontes y realizar proyectos de éxito, son las que se viven paradójicamente
desde un apego maduro y sano por el que circula compromiso,
seguridad y confianza. Es decir, que cuanto más “dependientes” son
“en casa”, más capaces son a su vez de enfocar la atención a otros menesteres
y no malgastar energía en conflictos por causa de necesidades emocionales
no suficientemente atendidas e insatisfechas.
A mejor apego más independencia.
Fuente: www.josemariadoria.com