ESCLAVOS DEL AMOR:
SÍNTOMAS DE
DEPENDENCIA EMOCIONAL
Estar en pareja de una manera saludable, supone la capacidad
de enamorarse y sostener una relación afectiva, íntima y
continuada con otra persona, sin llegar a fusionarse.
El problema de las personas con dependencia emocional
es que sus identidades son tan frágiles, que sus límites se
funden con los del otro, llegando a necesitarlo como una
prolongación de su propio ser, no como un
compañero o compañera de vida.
¿Por qué surge la dependencia emocional?
La mayoría de las veces, las personas con dependencia
llevan arrastrando heridas emocionales de abandono y de
rechazo desde la infancia. Fueron niños que crecieron con una
sensación de soledad en su interior tan grande, que ahora
nadie consigue llenar. La dependencia emocional no es
sólo resultado de una baja autoestima; el problema es que el
dependiente tiene tal vacío en su interior que es como un
agujero negro que todo lo engulle, pues nadie puede darle
el amor que no se tiene a sí mismo (o misma).
El amor es un sentimiento muy potente, para el que
estamos preparados desde que venimos a
este mundo. Somos amor.
Aprendemos lo que es el amor en la relación temprana de
apego, y lo vamos moldeando a lo largo de toda
la infancia y adolescencia.
El amor en la pareja va a activar nuestras creencias sobre
lo que podemos esperar de las personas y de las relaciones,
nuestra propia forma de ser y estar en una
relación, de cuidar y dejarnos cuidar.
Al enamorarnos, vamos a reproducir ese modelo de relación
interno. Una persona dependiente suele ir a las relaciones
de pareja con un modelo disfuncional y rígido,
por necesidad más que por amor.
Síntomas de dependencia emocional
Baja autoestima: la autoestima es el sentimiento
que tenemos hacia nosotros mismos.
Del mismo modo que cuando quieres a alguien,
le proteges y valoras, cuando te quieres
a ti mismo, también. Si no te quieres,
no te valoras, no puedes afrontar tus problemas
y no soportarás pasar tiempo contigo mismo.
La persona con dependencia no se quiere, por lo
que va a buscar a alguien que pueda quererle,
creyendo que así mejorarán las cosas.
Pero no se dan cuenta de que el amor de otro, aunque
es maravilloso, no puede sustituir el amor propio; y
lo que es peor, no podrán dar lo que no tienen.
Prioridad de la pareja sobre todo lo demás: la persona
dependiente pone a su pareja con encima de todo lo demás.
A todos lados le sigue, es como su sombra. Es
la exaltación del “por ti lo dejo todo”.
Va dejando atrás aficiones, familia y amigos; incluso
puede llegar a abandonar sus estudios o
trabajo, si se interponen en su relación.
Reclama un sacrificio a su pareja: por lo anterior,
va a vivir como una traición que la pareja lleve una
vida normal, quede con amigos o familiares
y no le dedique todo su tiempo y recursos.
Es lógico, teniendo en cuenta el terrible (e innecesario)
sacrificio hacia su propia vida personal que la persona
ha llevado a cabo; “¡con todo lo que yo te he dado!”.
Un sacrificio que no puede ser correspondido, salvo
en una relación fusional bastante patológica.
Voracidad afectiva: no tiene más estrategia contra
el dolor emocional que volcar su angustia en el otro.
Cuando recibe atención, siente paz, se calma, pero
es una sensación poco duradera. Sucede como con la
adicción a una sustancia, cada vez necesita más, hasta
llegar a devorar emocionalmente a sus parejas,
que se sentirán exhaustas y agotadas.
Pánico al abandono: la persona con dependencia va
a aferrarse a la pareja en un intento de llenar su mundo interior roto.
Perder al otro resulta aterrador, pues le enfrentaría
a su propio vacío interior. Van a hiperactivar un sistema
de apego dañado, que nunca pudo desarrollarse con
normalidad; eso les lleva a reaccionar ante una ruptura
(real o imaginada) con el terror de un niño de perder a sus padres.
Además, el contacto con la pareja, al ser como
una droga, puede suponer todo un síndrome de
abstinencia ante la retirada; aparecen ideas obsesivas,
ansiedad y fuerte sintomatología depresiva. Todo este
padecimiento descomunal desaparece por una simple
llamada; por fin hubo contacto, recibió su dosis.
Idealización del compañero: el amor siempre pone
en marcha el mundo de la fantasía.
Muchas veces, la persona con dependencia, no se va a
enamorar de la persona real, sino de la imagen
que se ha formado de esa persona.
En cuanto una persona cumple uno de sus requisitos,
ya vuelca todos. El otro se convierte en
alguien sobrevalorado, admirado.
Pero claro, cuando comienza a conocerle mejor, ya
no es la persona de la que se enamoró; “es alguien que
viene a hacerme daño otra vez”, y comienzan a surgir
las clásicas alternancias de amor y odio.
Sumisión y esclavización: la persona dependiente se
coloca por debajo en una organización jerárquica rígida.
Aquí tengo que hacer un pequeño apunte sobre relaciones
tóxicas, y es que la persona que acepta a una pareja
sumisa a la que controlar, también trae lo suyo.
Ambos comparten un conflicto básico no resuelto
con el control, que se traduce en los papeles
diferentes que adopta cada integrante.
La persona sumisa sufre todo tipo de abusos y humillaciones,
intenta satisfacer en todo a su pareja. El otro encuentra
satisfacción controlando y, en los casos más
extremos, machacando a su pareja.
No hablaremos aquí de maltrato, un asunto más complejo
que todo esto, en el que el maltratador o maltratadora es
una persona enferma, que va a contaminar a su pareja,
a menoscabar su autoestima, a aislarla y manipularla,
para que se posicione en ese lugar inferior.
Miedo a la soledad: la persona dependiente no
soporta estar a solas consigo misma.
La soledad provoca angustia e incomodidad, les
recuerda la idea de que nadie les quiere.
Por ello, van a estar buscando planes y llamando a
cualquier persona para no estar solos, empezando por la pareja.
Por otro lado, van a sentir mucho miedo a estar sin pareja.
Podemos encontrar personas que llevan toda su vida en la
misma relación (probablemente en un insano equilibrio de sumisión
y control); pero lo más común es encontrarnos con un
encadenamiento de relaciones infructuosas; no sueltan a una
pareja hasta tener a otra bien asegurada, o se aferran a la primera
persona que aparece tras una ruptura; a veces no encuentran a
una persona que quiera quedarse a su lado y comienzan una
espiral de relaciones pasajeras y de promiscuidad,
como intento de llenar ese vacío.
Un amor basado en necesidades y carencias no va a llenar
los agujeros de tu alma. Estar con alguien sólo por dejar de
estar solo no va a ser nunca suficiente.
Debemos volver la vista hacia nuestro interior.
El primer factor que determina una relación de pareja sana,
no es otro que nuestra propia autoestima y nuestro
autoconocimiento personal.
Fuente: www.helenaariaspsicologa.com