“EL AMOR ES
UNA ELECCIÓN ABSOLUTAMENTE
INCONSCIENTE, NO ERES
DUEÑO EN TU ELECCIÓN”
(2ª parte)
¿Aunque existe ese imposible, se puede
lograr amar de una manera digna?
Claro. Lo imposible es la relación sexual en el sentido de
complementariedad, de hacer de dos uno. Amar no es imposible.
Cuando el sujeto más sabe de estas cuestiones y las puede entrever
es más probable que el amor con el otro tenga un lugar más digno,
que ponga esta imposibilidad en su justo lugar y no se convierta en una impotencia.
El problema de no afrontar la imposibilidad, de no hacer la experiencia
de esta imposibilidad, de no vivirla y aceptarla de alguna manera, es que
eso se transforma en un discurso de la impotencia: se ha fracasado, se
es impotente, la pareja no salió, no se logró encontrar la pareja que convenía, etc.
Supongo que no es lo mismo un nuevo
amor que un amor nuevo.
Cambiar de partenaire no garantiza
tampoco que sea posible.
¿Por qué has titulado este libro ‘Un nuevo amor’?
A veces es inevitable cambiar de partenaire porque con esa
persona no se puede jugar el juego que uno elige inconscientemente.
Eso son cuestiones más complejas. Pero no, no se trata de que cambiamos
de pareja. No se trata de que terminamos con una, empezamos con otra
y entonces esto va a resolver el tema. Sino se cambia el
paradigma, se va a seguir repitiendo.
Lo que probablemente pase es que al principio sea algo bueno,
empezamos, es el momento álgido del amor, ese momento ilusorio
en el que, como plantea Lacan, creemos que esta relación imposible
sí que es posible. Pero ese momento es temporal, desfallece y volvemos
a encontrarnos con los mismos síntomas, las mismas cuestiones una y
otra vez. Entonces no se trata de un amor nuevo sino de un nuevo amor,
es decir, de una nueva forma de amar.
Todas las formas históricas del amor que plantea Lacan en sus
recorridos, son formas de tratar esta imposibilidad pero olvidándola,
alejándola. El amor cortés es el que más cerca está de poner en primer
plano lo imposible, pero pone fuera esta imposibilidad. Los amantes no
pueden encontrarse porque hay algo externo que se lo impide: las
circunstancias, la sociedad, las familias. Cuando dice Julieta a Romeo:
“cámbiate el nombre. Si así fuera quizás nuestra amor podría
ser posible”. ¡Pues ni por esas!
Ahora que citas a Romeo y Julieta.
Hay una frase de Julio Cortázar
en ‘Rayuela’ que dice:
“Lo que mucha gente llama
amar consiste en elegir una mujer
y casarse con ella. La eligen, te
lo juro, los he visto. Como si se pudiera
elegir en el amor, como si no fuera un
rayo que te parte los huesos
y te deja estaqueado en la mitad del patio.
Vos dirás que la eligen porque la aman,
yo creo que es al revés.
A Beatriz no se la elige, a Julieta
no se la elige. Vos no elegís la lluvia
que te va a calar hasta los huesos
cuando salís de un concierto.”
¿El amor es un encuentro contingente?
¿De qué depende ese encuentro?
Es genial esta frase de Cortázar. Está bien planteado su
cuestionamiento de la elección. Pero claro, es tan poética que todo
lo que diga a partir de ahora va a ser para destrozar esta magnífica
forma de hablar del amor. Por eso me cuesta.
Creo que cuando dice que no se la elige es en este sentido de
creer que uno elige a alguien conscientemente, que es una elección
consciente, que es el ‘yo’ el que elige. No se trata de ese tipo de
elección, es una elección absolutamente inconsciente, no eres dueño
en tu elección, en eso estoy totalmente de acuerdo con Cortázar.
Por eso en el primer capítulo del libro cuando comento la frase de
Philippe Sollers en la que dice que “el amor es clandestino” es en este sentido.
Hay algo absolutamente no sabido en el momento que eso ocurre.
El sujeto no lo tiene en su mano, ni lo puede manejar, ni lo puede
elegir como quien elige comprase un IPhone o un coche. Y es
precisamente en esta época donde se pretende pensar la cuestión de
la elección amorosa de esta manera, como quien elige un sofá. Por eso
es muy interesante como Cortázar lo expresa: “creen que la eligen y
luego la aman, cuando en realidad es un rayo que te parte”.
Este tema hay que separarlo de lo matrimonial, porque es a partir
del siglo XVIII-XIX cuando se empieza a juntar amor y matrimonio.
Hasta ese momento, el amor era una cosa y el matrimonio era otra.
A veces el sujeto cree que está enamorado y, a veces, simplemente,
va a seguir los cauces que le indican los años o la sociedad. Se
encuentra y se junta con una mujer o con un hombre a quien quiere,
quizás no exageradamente pero tiene una familia y ahí sigue. El
amor puede ser de muchas manera, no digo que el amor
tenga que ser siempre una cosa.
A donde apuntan muchos sociólogos en la actualidad es
precisamente a indicar que la que está tocada es la intensidad del amor.
Algo que verdaderamente es un rayo, que produce un verdadero
cimbronazo a un sujeto. Por eso Lacan incluso decía que “el amor es
lo que permite cambiar de discurso”. En el caso de la relación analítica,
por ejemplo, hay algo de ese amor. Hay algo del amor en la relación
con el analista, lo que en términos psicoanalíticos nombramos como
transferencia. Freud decía que esta relación es un amor de pleno
derecho, es un amor sin la cuestión de los cuerpos, justamente, dejando
fuera el encuentro sexual. Es un amor de pleno derecho y por tanto una
experiencia. La intensidad de esa experiencia es lo fundamental y es lo
que le permite al sujeto cambiar de discurso, pasar de un discurso
a otro, verdaderamente un viraje.
Cuando un analizante viene y te va contando cómo está con una
pareja en la actualidad y de repente dice: bueno pero hay una historia
que tuve que fue terrible, desastrosa. Y resulta que la historia desastrosa
terminó mal o como sea, pero es esa historia lo que le tiene totalmente
enganchado desde hace años y cualquier cosa que aparezca
va a quedar tocada por eso.
Para que ese sujeto pueda seguir en su vida encontrándose y
volviendo a amar, tiene que ver qué se trató allí, tiene que ver qué pasó con
ese rayo que le partió. Quizás de eso no quiere saber nada, porque ya lo
terminó, fue desastroso, mejor pasar página, me voy a otra experiencia…
Pero pueden pasar muchos años, llegar a ser una persona mayor y de
repente darse cuenta que todo eso que vivió, en realidad, tiene
mucho que ver con eso que tiene pendiente desde los 20 años,
de los 30, desde que aconteció.
¿Qué aspectos del sujeto tienen que ver con la
elección amorosa?¿Por qué elegimos a quien
elegimos como partenaire?
¿Qué papel juega nuestro inconsciente en eso?
Por ejemplo, las marcas de cada sujeto tienen un papel importante.
Pero la elección se trata más bien de una mezcla.
Porque por un lado está el encuentro, hay algo azaroso, y
luego existen las determinaciones inconscientes. Esas
determinaciones marcan mucho. Lo que pasa es que hay
elecciones que van por el lado de las determinaciones edípicas:
el papá, la mamá. Y hay otro lado de la cuestión, que es un poco
distinto, que es lo que justamente hace que este nuevo amor sea de
otro orden. Que ya no tiene que ver con las determinaciones
edípicas, sino que tiene que ver con esa marca singular e irrepetible
del sujeto, con esa respuesta que uno ha dado a la imposibilidad.
Cada uno de nosotros nos hemos encontrado con esa imposibilidad,
la hemos captado, la hemos vivido y entonces respondemos
construyendo algo de una u otra manera.
Con esa construcción vamos por la vida.
Lacan dice en ‘Encore’ [Aun] que se trata del encuentro entre dos
exilios. Mi marca del exilio de la relación sexual encuentra una sintonía
con la marca del exilio de la relación sexual del otro. No se sabe muy
bien porque ocurre así, pero no es con cualquiera que eso sucede.
Y ahí está la diferencia, por ejemplo, entre el amor y el deseo. Uno
puede desear y puede cambiar de un objeto a otro.
El deseo tiene muchas posibilidades de sustituir un objeto por
otro, por eso el capitalismo va muy bien, te dan un Iphone3, y
después quieres un 4 y un 5… Como dice Lacan se trata de una
metonimia, va de uno a otro, de uno a otro.
¿Pero cuándo se fija ese deseo?
¿Por qué con uno ese deseo se transforma en amor?
¿Por qué con esa persona y no con otra?
Ese es el punto milagroso de la transferencia, del amor y
también es su punto enigmático.
Por eso, ese encuentro tiene que ver con la marca, con la marca
singular, ya no tanto con las determinaciones edípicas, que es
más fácil que caigan en la dependencia.
La marca singular de cada uno es la que es más difícil de entrever, de
poder captar, es a lo que Lacan llama sinthome, es decir es ese singular
de cada uno, es una manera de respuesta de cada uno, mucho más
fija, y que insiste en escribirse de la misma manera una y otra vez.
¿En qué contribuye el propio análisis
en la posición amorosa?
¿La forma de amar puede
transformarse gracias a un análisis?
Se transforma.
Ocurre con personas que no son psicoanalistas y que ni tan siquiera lo
van a ser, vienen a la consulta y realmente hay transformaciones increíbles.
Personas que llegan con una historia, un matrimonio, y de repente, al
cabo de un tiempo descubren que estaban ahí por miedo, que estuvieron
allí pero que no se trata de eso. Y por el camino se encuentran con
otro hombre y pueden entrar en otra sintonía.
Aunque con ese hombre ocurren cosas muy distintas y realmente está
en juego el amor de otra manera, vuelven a aparecer las repeticiones,
se trata de las repeticiones edípicas que dificultan, que entorpecen.
Por eso el análisis se trata de una escucha para ir despejando todo ese
panorama con la intervención del analista. El sujeto va entreviendo las
cosas propias. Quizás se de cuenta de que a lo que aspira repentinamente
deja de tener sentido, o que quiere tener al hombre que le haga caso
continuamente porque sino se tambalea. Esto es muy típico de las
mujeres en su posición histérica.
Tiene que ver también con algo de lo femenino porque la mujer
necesita un signo del otro para amar. Jacques-Alain Miller lo trabaja
magníficamente en un seminario que se titula El partenaire-síntoma.
Para que una mujer ame está más en juego el signo del otro. El otro le
tiene que hacer signo del amor. El hombre, en cambio, puede amar a
una mujer de una vez por todas sin estar pendiente del signo. El hombre
no necesita eso para poder estar, para poder encontrarse con el cuerpo
del otro, por ejemplo. La mujer, sí. Por eso muchas veces las
mujeres no quieren tener relaciones sexuales. Pero no porque no les
guste o no disfruten. No quieren tener relaciones sexuales porque les
falta ese signo porque no pueden sostenerse en el encuentro con
el otro sin eso. Y te lo dicen de alguna u otra manera: “después que
no me hace caso quiere que tengamos relaciones sexuales”. Al hombre
no le hace falta eso para poder desear a la mujer, estar con ella y tener
un encuentro sexual. Para una mujer sí, en ese momento de cuerpo a cuerpo sí.
Todo eso se puede ir entreviendo en la propia experiencia analítica.
Fuente: www.: www.lacasadelaparaula.com