DIFERENCIA ENTRE
EL AMOR DESDE
LA POSESIÓN O
DESDE LA LIBERTAD
En cierta forma sería imposible no abordar el tema del amor,
pues se encuentra casi en cualquier aspecto de nuestra cultura:
la ciencia, las artes, la filosofía, la vida en sí. Con cierto contagio
de la atmósfera que se respira en este día podríamos parafrasear
la conocida sentencia de Terencio y decir que al amor
nada de lo humano le es ajeno.
Con todo, es posible que esa casi omnipresencia del amor
resulte también en una confusión generalizada. Es posible que
en medio de tantas narrativas sobre el amor, las personas no
sepan ya qué es amar. ¿El amor debe ser según se desarrolla
en las chick flicks hollywoodenses? ¿El amor debe ser trágico
como en casi todas las películas francesas? ¿El amor sigue una
línea recta o más bien va dando tumbos y bandazos porque sus
implicados son incapaces de entenderlo y ejercerlo?
En este sentido, existe una perspectiva del amor no muy
común en la cultura occidental aunque bastante antigua para
la espiritualidad de Oriente. Ahora para muchos es familiar la
idea de “amar sin apego”, al menos como concepto,
pero quizá no mucho en la práctica.
En general, de nuestra “educación sentimental” y de la cultura
en la que nos formamos aprendemos a amar desde la posesión
o, mejor dicho, a creer que amar también es poseer. Sin darnos
cuenta cómo ni por qué, al amar a otra persona tendemos
también lazos de dependencia, imponemos obligaciones al
otro, le exigimos que sea de tal o cual forma, partimos de
ciertas expectativas y no de la realidad.
¿Todo ello es expresión del apego? Quizá parcialmente.
No todas los dificultades del amor tienen su origen en el apego
pero, por otro lado, no menos cierto es que cuando podemos
enfrentarnos a éste, encararlo y resolverlo de alguna manera
para poder amar sin la angustia de poseer, muchas de esas
dificultades se disuelven en la libertad soberana y propia del amor.
Con estos párrafos presentamos ahora un fragmento de Tener
y ser, un ensayo amplio que el psicólogo Erich Fromm dedicó
a esa dualidad tan propia de Occidente respecto de los
vínculos que establecemos con la realidad y, en
específico, con otras personas. En este que elegimos,
Fromm retoma un par de experiencias poéticas a propósito
de un hecho muy simple: encontrarse con una flor bella a
la mitad de un paseo. Basho, el gran poeta japonés y Alfred
Tennyson, uno de los poetas más importantes de la época victoriana,
responden de formas muy distintas a ese encuentro. Pero
dejemos que sea Fromm quien narre las escenas:
Cada poeta describe una experiencia similar, su reacción
ante una flor que ve durante un paseo. El verso de
Tennyson dice así:
Flor en el muro agrietado, te corté de las grietas. Te tomo,
con raíces y todo, en la mano. Flor bella... si yo pudiera
comprender lo que eres, con raíces y todo lo demás,
sabría qué es Dios y qué es el hombre.
Traducido al español, el haikai de Basho dice más o menos así:
Cuando miro atentamente
¡veo florecer la nazuna en la cerca!
La diferencia es notable. Tennyson reacciona ante la flor con
el deseo de tenerla. La corta "con "raíces y todo". Termina haciendo
una especulación intelectual sobre la posible utilidad de la flor
para comprender la naturaleza de Dios y del hombre, pero la
flor muere como resultado de su interés por ella. Tennyson,
como vemos en su poema, puede compararse con el
científico occidental que busca la verdad desmembrando la vida.
La reacción de Basho ante la flor es enteramente distinta.
No desea arrancarla, ni aun tocarla. Sólo "la mira atentamente
para verla". Ésta es la descripción de Suzuki:
Es probable que Basho paseara por una vereda en el campo
cuando advirtió algo casi escondido en una cerca. Al aproximarme
más, miró atentamente, y descubrió que sólo era una
minúscula planta silvestre, generalmente no advertida por los
transeúntes. Es un hecho sencillo, descrito en el poema, y el
sentimiento específicamente poético sólo se expresa, quizás,
en las dos últimas sílabas con lo que en japonés se denomina
kana. Esta partícula, frecuentemente vinculada con el nombre,
con el adjetivo o con el adverbio, expresa cierto sentimiento de
admiración o elogio, o tristeza o alegría, y a veces puede
traducirse apropiadamente con los signos de admiración.
Este haikai termina con este sí-no.
Parece que Tennyson, en cambio, necesitaba poseer la
flor para comprender a la gente y a la naturaleza, y al tenerla,
mató a la flor. Basho deseaba ver, y no sólo observar la flor,
sino identificarse con ésta y permitirle vivir.
¿Cuál es la diferencia sustancial entre intentar amar desde
el apego o amar desde la libertad? La respuesta es drástica
pero clara: la misma diferencia que hay entre la muerte y la vida.
Fuente: www.pijamasurf.com