CÓMO EL
DESEO SEXUAL
PUEDE SUBLIMARSE
PARA ALCANZAR
EL AMOR UNIVERSAL
Quien lo ve en todas partes,
lo ama en todo y lo manifiesta en sí mismo,
está verdaderamente iluminado
Louis Cattiaux
En El banquete, la obra que Platón dedica a discutir la naturaleza de
Eros, el discurso climático ocurre cuando Sócrates cuenta su iniciación
intelectual a los misterios del amor, por la sacerdotisa Diotima.
Diotima le explicó, según cuenta Sócrates, que la belleza tiene la
función en su sentido más básico de generar el deseo de engendrar,
pero este deseo, que es el deseo sexual de reproducción que comparten
los hombres con los animales, tiene una veta sublime, y puede usarse
para alcanzar planos más sutiles de belleza y amor espiritual.
Diotima señala que el objeto del amor es "la generación", la
cual "perpetúa la familia de los seres inanimados y le da la
inmortalidad que consiente la naturaleza".
Aquí tenemos el primer nivel, el amor como un medio para
producir la inmortalidad física, o la continuidad de la especie. Diotima
sugiere que la inmortalidad es tanto el objeto del amor en su plano más
grosero y físico, como en su plano más sutil, en el cual se convierte
en un medio para alcanzar la inmortalidad del alma: "el amor consiste
en aspirar a que lo bueno nos pertenezca siempre. De aquí se sigue
que la inmortalidad es igualmente el objeto del amor", dice Diotima.
Recordemos que la filosofía platónica identifica la realidad con el
alma, no con el mundo material (el cual es una sombra del mundo
espiritual o intelectual), por lo cual esa aspiración de encontrar lo
bueno para siempre es un movimiento hacia la dimensión del alma.
Diotima instruye a Sócrates en lo que se ha conocido como
la "escalera de la belleza". Aquel que ha amado un cuerpo bello "debe
llegar a comprender que la belleza que se encuentra en un cuerpo
cualquiera, es hermana de la belleza que se encuentra en todos los demás".
Para Platón la belleza existe como una imagen de la divinidad en el
mundo, un reflejo del Bien, un arquetipo del cual los cuerpos participan.
"Una vez penetrado de este pensamiento, nuestro hombre debe
mostrarse amante de todos los cuerpos bellos, y despojarse, como de una
despreciable pequeñez, de toda pasión que se reconcentre sobre
uno solo. Después debe considerar la belleza del alma como más
preciosa que la del cuerpo, de suerte, que un alma bella, aunque
está en un cuerpo desprovisto de perfecciones, baste para
atraer su amor y sus cuidados".
Así tenemos este proceso de transformación que va de lo
superficial a lo profundo, de lo grosero a lo sutil y de lo particular a
lo universal: la iniciación a la cual somete el amor a sus adeptos.
Después de contemplar la belleza del alma y tomarla por superior
a la belleza física, el adepto entonces contempla la belleza de las leyes,
la belleza ética de los actos de los seres humanos y de ahí pasa a
contemplar la idea pura de la belleza:
El que en los misterios del amor se haya elevado hasta el punto en
que estamos, después de haber recorrido en orden conveniente todos
los grados de lo bello y, llegado por último, al término de la iniciación,
percibirá como un relámpago una belleza maravillosa, aquella ¡oh
Sócrates!, que era objeto de todos sus trabajos anteriores; belleza
eterna, increada e imperecedera, exenta de aumento y de disminución.
Así tenemos la culminación del ascenso de la escalera de la belleza,
utilizando la fuerza del amor como mecanismo propulsor, hacia la
divinidad que es belleza pura y eterna.
En el Fedón, Sócrates describe esta misma operación anagógica
que es también una manía erótica divina: la locura de un hombre
que, al ver la belleza aquí en la Tierra, y al ser recordado de
la belleza verdadera, se vuelve alado.
En su comentario al Banquete, Marsilio Ficino
vuelve a describir este proceso:
"Debemos subir del cuerpo al alma, del alma al ángel, y del
ángel a Dios". Y en sentido inverso, cómo la belleza entra
al mundo y se transforma en amor:
"En cuanto comienza en Dios y deleita, nómbrase belleza;
en cuanto pasa al mundo y lo extasía, se llama Amor; y en cuanto,
mientras vuelve a su Autor, a él enlaza su obra, se llama delectación".
Es importante mencionar que los filósofos platónicos crearon
una ecuación entre verdad, bondad, belleza y amor, elementos
por momentos intercambiables en una escala armónica del mundo.
Más tarde el poeta Keats, en un eco platónico, diría "belleza es verdad; verdad, belleza".
El amor platónico reconoce que los cuerpos son solamente
sombras de una realidad divina espiritual y trasciende su amor por
un hombre o una mujer para, a través de éstos, conocer lo universal.
Como dice Diótima, de la belleza en un individuo se concentra en
la belleza en sí misma. En el rostro del amado alcanza a atisbar
una forma imperecedera, el resplandor del alma que se transparenta
en el cuerpo. El amor a un cuerpo es mortal; pero el amor divino
es inmortal y esto es justamente la motivación del amor:
la inmortalidad, poseer lo bueno siempre.
El proceso culmina en una especie de uróboros, el beso circular
de la serpiente. Nos dice Marsilio Ficino: "El fin del amor
corresponde a su principio".
Así, todo amor es un deseo de retornar a la fuente.
El viaje del solo al Solo, como famosamente describió
Plotino, el viaje del alma hacia el Uno.
Y se cumple finalmente el deseo precario que nació en la
inflamación de la belleza de un hombre o una mujer, de fundirse
en otro, de poseer al amado, de la única forma que puede hacerse.
Esto es, siendo poseído por el amor mismo, como una chispa
devorada por el fuego creativo del cosmos entero; yendo así de lo
personal hacia lo universal y por lo tanto despersonalizándose,
tanto de la propia individualidad como de un amor individualizado.
El individuo muere, se sacrifica en el altar del amado, para poder
franquear la barrera que lo separa, y el sujeto se convierte en el objeto,
y se encuentra existiendo en todas partes al mismo tiempo,
como el latido mismo de la eternidad en el espacio.
Un último comentario, con el fin de universalizar esto. Encuentro
una curiosa similitud entre la visión platónica del amor que expresa
Diotima y la concepción tántrica. Si bien la filosofía tántrica se opone
claramente a algunos aspectos de la visión platónica en los que,
en cierta forma, se crea un dualismo entre el cuerpo y el alma
(donde se busca separar la impureza para afirmar el alma,
renunciar a la vanidad del mundo y liberarse en la muerte,
obtener las alas del alma, recordar las formas primordiales, etc.),
al menos en esta noción de que el cuerpo puede utilizarse para
la liberación existe una clara similitud que merece resaltarse.
Diotima exhorta a Sócrates a buscar el amor en el cuerpo y
de ahí propulsarse a niveles superiores de conciencia de la
belleza que en el cuerpo lo inflamó con la semilla de lo
divino, que fue el gatillo. Esto parece completamente coherente con
el tantra budista e hinduista, donde el cuerpo, parafraseando a
André Padoux, es el terreno de la salvación y el deseo (kama)
es puesto al servicio de la liberación. Pero no porque en sí mismo
el cuerpo sea la salvación sino porque es el vehículo para descubrir
la divinidad o la budeidad esencial, que es la realidad prístina que
yace oculta y oscurecida por nuestra percepción.
Incluso el acto sexual es tenido como un medio para "conducir a través
del orgasmo al rebasamiento de los límites del yo empírico y a la fusión
con la divinidad". Y también, todas las emociones, incluyendo las
emociones negativas, son transformadas en sabiduría, utilizando
su energía como un vehículo para aumentar la conciencia.
Quizás si fuéramos capaces de trascender nuestra identificación
con un solo cuerpo --con el nuestro o el de un único amado-- e ir más
allá de nuestra concepción de existir de manera separada, veríamos
en el cuerpo del amado o de la amada el universo entero, libre e iluminado.
El verdadero amor siempre nos hace amar a todos y a todo, si no lo hace
y nos limita a la idolatría de un solo cuerpo, probablemente no es
amor, sino solamente infatuación.
Fuente: www.pijamasurf.com