La situación económica
es producto de la
pobreza ética
Cuando un enfermo va a un hospital, no es simplemente un
cuerpo doliente el que acude a ese centro asistencial
para que lo arreglen. Nos pongamos como nos pongamos,
todos nosotros somos seres completos, seres que por
supuesto tenemos un cuerpo, pero que no podemos
ser reducidos simplemente a eso, a un cuerpo.
Todo ser humano es ante todo persona y por eso, hay
dimensiones en su vida que no se pueden explicar como
el simple funcionamiento de un conjunto de órganos y
sistemas, por sofisticados que estos sean. La ciencia agota
sus argumentos cuando intenta explicar cómo es posible
que se comuniquen como lo hacen, los cien mil millones
de neuronas que se encuentran en el cerebro, o los trillones
de células que componen nuestro cuerpo. No podemos
reducir la inteligencia, la libertad o el amor, a la actividad de
un conjunto de núcleos cerebrales, neuronas y neurotransmisores.
Si aceptamos que todo, hasta lo más sutil y sublime que
hay en nuestra vida es sólo eso, materia, entonces también
tendremos que aceptar que no somos libres, ya que la materia
está determinada por sus propias leyes. Además, tendremos
que asumir que el amor que sentimos por nuestros seres más
queridos, es tan sólo el resultado de una física y de una
química que se manifiestan, eso sí, de una forma sorprendente.
Además de la dimensión material, también existen en nosotros
otras dimensiones como pueden ser la psicológica, la emocional,
la social, la cultural y la trascendental. El asunto que nos ocupa
no es para nada banal. La falta de valores y de principios
que se aprecia en la sociedad y que nos ha llevado hasta donde
hoy estamos, no es sino la consecuencia de la respuesta que
hemos dado a la pregunta acerca de ¿quién es el hombre?
Nosotros actuamos de acuerdo a como percibimos, y si
percibimos que el hombre es sólo materia, le reducimos
inmediatamente de nivel y dignidad. A partir de este
punto, el paso para convertirlo en un simple objeto se
da casi sin pensarlo. Así el hombre, deja de ser visto
como persona y se convierte en un simple medio para
aumentar el capital. La situación económica que vivimos
es la consecuencia de la pobreza ética en la que nos
movemos y, debajo de esta falta de ética, se encuentra
una visión antropológica, una visión del hombre
también pobre y reducida.
La visión no puede reducirse a lo que se ve a simple vista.
Por eso, hoy tengo algo que proponer para educar la mirada y
en ello, me inspiran las palabras de Marcel Proust: “El verdadero
acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas
tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”.
La mirada más necesaria no es la que nos aportan los ojos,
sino la que aporta nuestra inteligencia con su capacidad de
penetrar en la realidad oculta que encierran las cosas. Hoy
cuando camine y mire a su alrededor, hágase una sencilla
pregunta: ¿Qué es lo que hay a mi alrededor que existe y
que yo no puedo ver? Deje que su mente juegue con la pregunta
y tal vez se sorprenda cuando se le desvele la respuesta.
En estas cuestiones acerca de los planos más sutiles de la
realidad, podemos tener una elevada edad cronológica y, a pesar
de ello, seguir siendo muy inmaduros. Ganar en madurez es también
ganar en sabiduría y, por tanto, en perspectiva. Aprender a
ver a los demás distintos pero no distantes, nos ayuda también
a verlos como personas y no como simples objetos para
nuestro uso particular. Entender que todos tenemos ilusiones,
sueños, necesidades, preocupaciones y luchas internas, favorece
el encuentro dentro de la diversidad. Retornar al humanismo es
también retornar a lo que nos une. ¡Qué difícil es hacer daño
a los demás cuando se les contempla con este nivel de cercanía!
Fuente: www.marioalonsopuig.com