Del hambre
a la dieta
Hemos pasado del hambre a la dieta.
Nunca fue tan fácil estar gordo ni estuvo tan mal visto.
El foco neurótico del siglo XIX era el sexo: cuanto más se
reprimía, más obsesionaba; hoy es la comida: cuanto más
condenan la obesidad médicos y modistos, más la
fomenta la industria alimentaria.
En la tele nos asaltan anuncios de bombones entre
desfiles de silfos y sílfides esqueléticas.
La doctora Treasure explora nuestra neurosis alimentaria en
genes, temperamentos y conductas. Y ha logrado reforzar el
autocontrol de los obesos con realidad virtual que combate
anuncios de aperitivos crujientes y chocolates cremosos con
otros que ayudan a rechazarlos: contra imágenes que
engordan, imágenes que adelgazan.
¿Por qué cada vez hay más
gordos, anoréxicos y bulímicos?
Porque la comida se ha convertido en el centro de
nuestras vidas. Si el sexo era la obsesión del
siglo XIX, la de este siglo es comer.
¿Quién convierte comer en obsesión?
Antaño el cuerpo pedía sexo y la moral lo reprimía; hoy
la medicina y la moda condenan la obesidad, pero la
industria alimentaria la fomenta al anunciar y ofrecer
comida extracalórica en todas partes a todas horas.
Nunca comer fue tan pecaminoso y no comer tan difícil.
Nuestros ancestros se obcecaban
con el hambre; hoy nos obsesiona la dieta
Porque intereses de mercado combinan el impacto cada
vez más efectivo de la publicidad con la sofisticación de la
industria alimentaria, capaz de ofrecernos gratificaciones
inmediatas y cada vez más irresistibles.
Comer siempre fue un placer
Pero, en perspectiva evolutiva, escaso.
Nuestro cuerpo evolucionó buscando alimento en la penuria
para no dejar pasar ni una oportunidad de ingerir azúcar
y grasas: eran tan poco abundantes como sabrosas. Hoy esa
escasez se ha trocado en abundancia, pero seguimos
experimentando el mismo impulso y el mismo placer.
Para no comer el doble que antaño
hay que tener el doble de
fuerza de voluntad
Las calorías hoy son baratas, ubicuas e ilimitadas. Y aún
más apetitosas, porque excelentes ingenieros ensayan y
aplican las últimas tecnologías alimentarias que saben
a qué centros neuronales tienen que dirigirse.
Expertos en comestibilidad ( edibility)
Texturas crujientes insospechadas, sabores combinados
con cientos de esencias antes inalcanzables para los
humanos y que hoy se venden en cada esquina. Y
publicidad experta en relajar nuestros centros de autocontrol
y raciocinio y aumentar la fuerza del impulso.
¿Por eso comer acaba convertido
en obsesión y luego
en enfermedad mental?
Nuestro entorno es obesogénico, por eso comer ya
es el centro neurótico de nuestras vidas.
¿Ganamos peso y, por eso, el
canon estético elitista
es estar cada vez más delgado?
Y, al revés, cuando la comida escaseaba, se consideraba
guapos a los gorditos. Hoy con la esbeltez no
se exhibe riqueza, sino autocontrol.
¿Cómo frenar la obesidad, entonces?
Primero hay que reflexionar sobre cómo llegamos a padecerla,
porque, antes de llegar a nuestra boca, nuestro estómago
y nuestros michelines, la comida está en nuestra mente.
Y cuesta muchísimo que salga
Por eso tengo una enorme esperanza, apoyada ya por
resultados, en los programas de realidad virtual que
permiten aumentar el autocontrol a los pacientes que lo han perdido.
¿Hologramas de comida?
Utilizamos la misma sofisticada tecnología que utilizan
los anuncios de refrescos, postres y aperitivos
que nos hacen caer en el exceso.
¿Anuncios para dejar de comer?
Duran mucho más que los anuncios de la tele. Además,
el anuncio sólo tiene incentivos y esos
programas también tienen desincentivos.
¿Son algo así como películas?
Son sucesiones de imágenes y estímulos que reeducan
la conducta alimentaria. Digamos que es combatir el fuego
con fuego: si un paseo por la ciudad te somete a constantes
tentaciones para comer, estos programas son su antídoto.
¿Y contra la anorexia tiene estrategia?
Algunas personas tienen cierta predisposición genética a
desarrollar un temperamento que las hace especialmente
vulnerables ante la presión ambiental. Y acaban padeciendo
trastornos alimentarios. La anorexia es uno de ellos, pero
además hoy está reforzada por esa neurosis
alimenticia de nuestra época.
¿En el XIX había menos anoréxicas?
Las había, pero combatían su malestar con su cuerpo y su
miedo a ser rechazadas por él haciendo obras de caridad.
Hemos documentado numerosos casos. Así querían ser queridas.
¿Por qué hay más anoréxicas que anoréxicos?
No sabemos exactamente por qué. Pero hemos observado
que las ratas de laboratorio hembra tienden ya a seguir
patrones de anorexia con mayor frecuencia que los machos.
¿Por qué cree usted que sucede?
Porque la conducta alimentaria femenina es mucho más
compleja que la masculina e incluye variables hormonales
relacionadas con su papel reproductor.
¿Cómo?
La mujer, porque puede ser madre, necesita mecanismos que
la hagan alimentarse más y con mayor urgencia. Sabemos que
la oxitocina está relacionada con el apetito.
¿La bulimia se explicaría igual?
El anoréxico es tenaz y persistente; el bulímico, en cambio,
tiende a perder el autocontrol, igual que el obeso mórbido.
Avanzamos en el tratamiento de esos desórdenes, pero debo
reconocer que la anorexia no es la más fácil de curar.
¿Por qué?
Porque cuando comes tan poco, se resiente el cerebro social,
que requiere mucha energía para mantener las redes de familia y amistad.
Somos seres sociales
Y la anoréxica se acaba quedando aislada, con lo cual empeora
su bucle, porque ya nadie la avisa de lo anormal de su conducta.
¿Empeoran al aislarse?
Todos empeoramos cuando los demás no
nos frenan en nuestras obsesiones.
Fuente: La Vanguardia